Hay eventos que nos cimbran, que nos dejan pensando por un buen tiempo, aunque, tratándose de noticias aplica esa regla de que el acontecimiento más terrible habrá perdido impacto mediático a los quince días.
A estas fechas siguen apareciendo detalles
que tienen qué ver con el atentado perpetrado con ocasión del Maratón de
Boston; se cuelan fotografías, testimonios, historias de vida. Salen a relucir heroicidades que quizás no habríamos conocido si no fuera a
través de los medios. Los afectados de
manera directa continúan escribiendo con
sangre y dolor una página de su historia personal… En fin, el tema da para más
todavía.
Hay dos anécdotas que llamaron mi atención,
tienen qué ver con contenidos televisivos relacionados con lo acontecido: Una
serie de dibujos animados para adultos sacó una semana antes del atentado un
capítulo en el que ocurre algo muy similar a lo que pasaría unos días
después. Además la serie televisiva
recién estrenada “Hannibal”, basada en la novela “Dragón Rojo” de Harris,
decidió eliminar un capítulo antes de lanzarlo al aire. Este presentaba la historia de unos niños
controlados mentalmente por fuerzas ajenas para asesinar a otros menores…
Desde que puedo recordar he sentido fascinación por la
palabra escrita, de modo tal que podría pasarme horas enteras tratando de
enderezar vericuetos verbales, o buscando el significado último de una
palabra. Me recuerdo en primaria frente
a dos términos a la vez divertidos y que se prestaban a confusión: “Casualidad
y causalidad”. Justo ahora cuando estaba
por preparar esta colaboración se presentaron ambos vocablos ante mí para
invitarme a tomarlos como eje central del escrito, algo que no tiene desperdicio.
Frente a tragedias como la de Boston solemos
manejarnos partiendo de la “casualidad”, es muy cómodo hacerlo, pues nos deja
libres de culpas en todos sentidos. Nos
exime de responsabilidad frente a lo acontecido, en tanto nos libera de las cargas
morales derivadas de hacer un señalamiento.
De esta manera, lo acontecido es
una mera casualidad, un capítulo que el tiempo se encargará de borrar, y ya.
¿Pero qué tal si visualizamos este evento, como muchos otros
que suceden, partiendo de la “causalidad”?
Bien podríamos comenzar a considerar que entre todos como sociedad hemos
construido un sistema de valores acomodaticio, laxo y evanescente, que abandona
la escena cuando así conviene. Nos
seduce la palabra “libertad”, de manera que estamos más que dispuestos a
otorgarla a todos: Libertad para pensar, libertad para creer, libertad para
hablar, y libertad para actuar. No
queremos meternos en problemas con los
demás, así que ¡viva la vida! De este modo dejo que cada uno haga lo que le
plazca, mientras no sea en el patio de mi casa.
¿Nuestros niños quieren ver “tele” o navegar
en Internet todo el día? ¡Adelante! Y claro, como adultos “buena onda” les
tenemos absoluta confianza a los enanos de diez u once años, y no vamos a andar
invadiendo su intimidad para checar qué están viendo en su computadora personal
o en su celular. ¡Claro que no!
Y como queremos ganar el concurso del papá o
la mamá más “cool” de la escuela, jamás se nos ocurriría la peregrina idea de entrometernos
en las vidas de los hijos para investigar quiénes son sus amigos, a qué se
dedican sus padres ni cosa parecida. ¡Eso
sería ponerlos en ridículo frente a sus cuates!
Y así no hay conflicto. Ellos hacen lo que quieren, y nosotros
tenemos la libertad de atender lo nuestro,
claro, a todas luces más importante que las cosas de chamacos.
¿Casualidad o causalidad? Como padres o
educadores estamos manejando la suposición de que el niño tiene criterio para saber
qué le conviene. Y en cuestión de faltas
decimos que una no es ninguna, y nos volvemos complacientes, y dormimos rico, y
vemos la novela, o nos vamos de paseo con los amigos…
¿Casualidad o causalidad? El adolescente --“obvio”, decimos- sabe
cuidarse frente a las niñas. Ya le
hablaron de esas cosas en la escuela,
con que sepa protegerse no hay problema.
Y claro, a la hora cuando falla el conocimiento o el látex, nadie está
dispuesto a hacerse responsable, pues eso no estaba previsto en el manual.
¿Casualidad o causalidad? Jovencitos que
manejan como desesperados, que organizan "arrancones", que prueban droga… Hacemos
como que no vemos, y afirmamos con cierta complicidad: “Son jóvenes, es normal que prueben”. Que nuestro buen Dios nos libre del amargo
momento de tragarnos nuestras palabras en el hospital o en la morgue.
¿Casualidad o causalidad? Niños que queman
gatos, jóvenes que organizan peleas de perros, adultos que asesinan a la
primera de cambios, sin revelar remordimiento alguno…
“Casualidad o causalidad”: Cambiar de lugar
dos modestas letras resulta en palabras tangencialmente opuestas, capaces de
sacudir al mundo.
siempre interesantes los contraluz, siempre para reflexionar,
ResponderBorrarMe da gusto que lo encuentre interesante. Gracias por expresarlo.
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