PRIMERO POR LA CASA
La coincidencia de
fechas festivas en México, no es gratuita.
Como dice un gran amigo, el Dr. Guillermo Gutiérrez Calleros, nada en
esta vida sucede por casualidad, regla que aquí se cumple una vez más.
Los avances de la humanidad suelen medirse
en términos de indicadores del desarrollo. Sin embargo como base de
sustentación del avance de una sociedad,
se halla una urdimbre social que permite a los seres humanos de una época en
particular tener la fortaleza, el coraje
y la inteligencia para alcanzar esas metas.
Dicha red se llama “familia”.
Como queramos entenderla, y más en estos
tiempos cuando se aleja de los cánones tradicionales, su función sigue siendo
una misma: Ser cuna de nacimiento y plataforma de despegue para las nuevas
generaciones.
A ratos nos cuestionamos hasta qué punto las
familias de nuestros tiempos son capaces de sacar adelante la consigna
formativa que les corresponde. Nos rebasan
determinados fenómenos sociales, en un
escenario caótico mundial que nos lleva a preguntarnos si ello es producto de un caos familiar interno, o si
la estructura dentro del hogar ha sufrido una fractura tal, que no es capaz de
sostenerse frente a la problemática externa.
Problemas como la violencia o las adicciones
son síntomas de una patología social vigente, y que en mucho se origina en el seno de la
familia. Afirmar que si en mi casa no
hay golpes o no hay adictos, el problema
no me corresponde, sería tan ocioso como que un árbol del bosque dijera ante un
incendio que inicia en la periferia: “Sofocarlo no es mi problema, puesto que
yo no estoy en llamas”. No está en este
momento, pero eventualmente estará, de no sofocarse el fuego a tiempo.
Imposible tratar de abarcar un problema
extenso en un par de cuartillas. Lo que
estamos viviendo a diario, al menos en
torno a la violencia y a las adicciones es un asunto muy complejo, con
infinidad de aristas, que requiere la aplicación del método científico, primero
para entenderlo y medir sus alcances potenciales, y luego para tratar de
controlarlo. Sin embargo dentro de esta
maraña de posibles causas hay un común denominador muy simple y que a todos
compete en mayor o menor grado: Algo ha fallado en cuanto a la creación de modelos educativos
para las nuevas generaciones.
Hablando de México, nos hemos convertido en
un país con un número de muertes violentas igual o mayor que países en guerra como Siria. Por
nuestras fronteras transitan tal cantidad de de drogas o sus precursores, de
armas automáticas, y de dinero en efectivo, que es imposible entender que ello
suceda sin la complicidad de autoridades de muy
diverso orden. La función pública se
antoja entonces, como el gran botín tras
el cual hay que lanzarse con la boca llena de palabras, pero nada más, y claro,
surgen desvíos millonarios, y una
opacidad malamente disfrazada de transparencia, y muchos discursos… Y crecen
como hongos la corrupción, el nepotismo y demás, que vuelven el botín más
codiciado aún…
Ahora bien, ¿qué tiene qué ver todo esto con
lo que sucede dentro de nuestros propios hogares? De alguna manera generamos, o aceptamos, o
transmitimos el mensaje de que lo importante en esta vida es sacar tajada de
todo cuanto se pueda, y lo propiciamos, ya con nuestra participación activa, ya
con nuestra tibieza, o bien con nuestra
total apatía. Y los chicos se quedan sin
un marco de referencia que les permita discriminar qué está bien y qué no.
Si los instruyo a respetar los derechos de
otros, pero ocupo el cajón de discapacitados sin necesitarlo, “nomás por un
momentito, que al cabo no me tardo”…
Si los prevengo en contra del alcoholismo, pero
me ven en completo estado de ebriedad “porque es el aniversario de mi compadre”…
Si yo espero que digan “no” a las drogas o que eviten el sexo
en condiciones de riesgo, pero jamás
he tocado esos temas con ellos….
Si les hablo del bienestar del país, pero me
ven arreglando papeles para evadir al fisco.
Y si justifico ante ellos “arreglar” mi medidor de luz “porque es un
robo lo que cobran”, o si me hallan desperdiciando el agua, o tirando basura, o
pasándome en rojo. ¿Cuál es el mensaje?
¿Cómo espero que asuman lo que digo sin reparar en lo que hago?...
Con respecto a los maestros que han
abandonado sus labores y se convierten en vándalos terroristas: ¿Con qué cara
van a pararse frente a grupo a hablar de conciencia ciudadana? ¿Cómo enseñar el amor a la patria cuando se
destruye con saña el patrimonio de la
nación?
Como sociedad nos corresponde exigir una
buena educación, pero claro, sin
mordernos la lengua, empezando primero por limpiar la casa.
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