domingo, 12 de mayo de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


PRIMERO POR   LA CASA
La coincidencia de fechas festivas en México, no es gratuita.  Como dice un gran amigo, el Dr. Guillermo Gutiérrez Calleros, nada en esta vida sucede por casualidad, regla que aquí se cumple una vez más.
   Los avances de la humanidad suelen medirse en términos de indicadores del desarrollo. Sin embargo como base de sustentación  del avance de una sociedad, se halla una urdimbre social que permite a los seres humanos de una época en particular  tener la fortaleza, el coraje y la inteligencia para alcanzar esas metas.  Dicha red se llama “familia”.
   Como queramos entenderla, y más en estos tiempos cuando se aleja de los cánones tradicionales, su función sigue siendo una misma: Ser cuna de nacimiento y plataforma de despegue para las nuevas generaciones.
   A ratos nos cuestionamos hasta qué punto las familias de nuestros tiempos son capaces de sacar adelante la consigna formativa que les corresponde.  Nos rebasan determinados fenómenos sociales,  en un escenario caótico mundial que nos lleva a preguntarnos si ello  es producto de un caos familiar interno, o si la estructura dentro del hogar ha sufrido una fractura tal, que no es capaz de sostenerse frente a la problemática externa.
   Problemas como la violencia o las adicciones son síntomas de una patología social vigente, y que en  mucho se origina en el seno de la familia.  Afirmar que si en mi casa no hay golpes o  no hay adictos, el problema no me corresponde, sería tan ocioso como que un árbol del bosque dijera ante un incendio que inicia en la periferia: “Sofocarlo no es mi problema, puesto que yo no estoy en llamas”.  No está en este momento, pero eventualmente estará, de no sofocarse  el fuego a tiempo.
   Imposible tratar de abarcar un problema extenso en un par de cuartillas.  Lo que estamos viviendo a diario, al menos  en torno a la violencia y a las adicciones es un asunto muy complejo, con infinidad de aristas, que requiere la aplicación del método científico, primero para entenderlo y medir sus alcances potenciales, y luego para tratar de controlarlo.  Sin embargo dentro de esta maraña de posibles causas hay un común denominador muy simple y que a todos compete en mayor o menor grado: Algo ha fallado  en cuanto a la creación de modelos educativos para las nuevas generaciones.
   Hablando de México, nos hemos convertido en un país con un número de muertes violentas igual o  mayor que países en guerra como Siria. Por nuestras fronteras transitan tal cantidad de de drogas o sus precursores, de armas automáticas, y de dinero en efectivo, que es imposible entender que ello suceda sin la complicidad de autoridades de   muy diverso orden.   La función pública se antoja entonces,  como el gran botín tras el cual hay que lanzarse con la boca llena de palabras, pero nada más, y claro,  surgen desvíos millonarios, y una opacidad malamente disfrazada de transparencia, y muchos discursos… Y crecen como hongos la corrupción, el nepotismo y demás, que vuelven el botín más codiciado aún…
   Ahora bien, ¿qué tiene qué ver todo esto con lo que sucede dentro de nuestros propios hogares?  De alguna manera generamos, o aceptamos, o transmitimos el mensaje de que lo importante en esta vida es sacar tajada de todo cuanto se pueda, y lo propiciamos, ya con nuestra participación activa, ya con nuestra tibieza, o bien  con nuestra total apatía.  Y los chicos se quedan sin un marco de referencia que les permita discriminar qué está bien y qué no.
   Si los instruyo a respetar los derechos de otros, pero ocupo el cajón de discapacitados sin necesitarlo, “nomás por un momentito, que al cabo no me tardo”… 
   Si  los prevengo en contra del alcoholismo, pero me ven en completo estado de ebriedad “porque es  el aniversario de mi compadre”…
   Si yo espero que  digan “no” a las drogas o que eviten el sexo en condiciones de riesgo, pero  jamás he  tocado esos temas con ellos….
   Si les hablo del bienestar del país, pero me ven arreglando papeles para evadir al fisco.  Y si justifico ante ellos “arreglar” mi medidor de luz “porque es un robo lo que cobran”, o si me hallan desperdiciando el agua, o tirando basura, o pasándome en rojo.  ¿Cuál es el mensaje? ¿Cómo espero que asuman lo que digo sin  reparar en lo que hago?...
   Con respecto a los maestros que han abandonado sus labores y se convierten en vándalos terroristas: ¿Con qué cara van a pararse frente a grupo a hablar de conciencia ciudadana?  ¿Cómo enseñar el amor a la patria cuando se destruye con saña  el patrimonio de la nación?
   Como sociedad nos corresponde exigir una buena educación, pero claro,  sin mordernos la lengua, empezando primero por limpiar la casa.

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