EL VERDADERO SENTIDO
El nivel de violencia alcanzado en el estado
de Michoacán es alarmante. Fausto Vallejo pretende que su dicho de que “todo está bien” se imponga sobre
los cruentos hechos que han condicionado
una concentración extraordinaria de fuerzas castrenses en la entidad. Si ello resulta preocupante para todo el
país, no quiero imaginar cómo se hallarán las familias que habitan esas tierras en constante pugna entre el
crimen organizado, los frentes ciudadanos y los elementos del orden.
Una de
las últimas noticias apunta en el sentido de que la nueva “empresa” del crimen
organizado tiene qué ver con el aguacate; sabemos que desde tiempo atrás estos
grupos efectúan cobro “de derechos” por la recolección, transporte y venta de
aguacate, entre otros productos agrícolas propios del estado. Sin embargo el que se halla llegado a esta inusual confrontación ha
de tener otra explicación más profunda, posiblemente relacionada con el puerto
de Lázaro Cárdenas, principal puerta de entrada de componentes para la
elaboración de drogas semisintéticas, provenientes de China.
Ello
mueve a la reflexión con respecto a los alcances que tiene el mercado mundial
en muy diversos órdenes. El recién
concluido “viernes negro” es otra muestra de lo mismo; hubo casos de amenazas,
batallas campales, extravíos de menores, y muertes que tienen qué ver con esta locura
comercial cuya consigna es “comprar, comprar, comprar”. A través de algunos videos podemos atestiguar
el modo tan riesgoso como padres de familia acudieron con sus hijos de brazos a
los centros comerciales, exponiéndolos a daños hasta mortales en aquellas aglomeraciones en
las cuales lo único que falta por completo es la cordura.
Otro caso
más que tiene qué ver con el consumo desmedido de un producto: Tuve oportunidad
de ver un documental del Dicovery acerca del daño que está provocando a la
población de tiburones blancos la recolecta masiva de aletas de esta especie en
peligro de extinción para venderse a
precios estratosféricos en el comercio oriental. Las imágenes tomadas de manera subrepticia
dentro de esas embarcaciones tiburoneras dan cuenta del modo como atrapan
al tiburón, le cortan la aleta prácticamente seccionándolo en dos, para luego
regresarlo al mar de un golpe, estando todavía vivo.
Estos
tres ejemplos son algunos de entre muchos otros que tienen qué ver con la
masificación de operaciones para la obtención de productos en el mercado. En los tres casos van implícitos daños –de
reales a potenciales—para muchos seres vivos, escenario movido por oscuras
fuerzas cuyo objetivo primordial es la obtención de dinero.
Ahora que
viene diciembre es un buen momento para un pequeño examen de conciencia. Antes de salir a realizar nuestras compras,
preguntémonos si realmente está justificada la compra que pensamos llevar a
cabo, y si finalmente adquirir aquel producto no pone en riesgo nuestra salud,
nuestra vida, la economía familiar, el medio ambiente o el estado del
planeta. Con los elementos de
conocimiento con que contamos actualmente, lo menos que nos corresponde hacer
es llevar a cabo compras planeadas, con cálculo de costo-beneficio, y previsión
de resultados.
Necesitamos
despertar y darnos cuenta de que el mercado siempre va a estar ofreciendo la
última actualización de cada producto que maneja, pero que no por ello estamos
obligados a renovar nuestros
dispositivos electrónicos tres o cuatro veces por año, para traer con nosotros el último grito de la
moda. Hacerlo así habla de conceder
poco valor a nuestro dinero, y por otra parte de sentir que valemos en función
de lo que tengamos, y no por nuestra valía última como personas.
Cuidemos
de que nuestros hijos no caigan en esa espiral consumista. ¡Cuántas veces la adquisición de un producto
“de marca” para satisfacer el capricho del hijo, puede condicionar un desbalance
de la economía familiar! Más allá de
darle el gusto, fomentar ese tipo de consumo lleva al chico al concepto
–nuevamente—de que él se posiciona frente a los demás acorde con lo que posee,
y no conforme a lo que es como persona.
Las
fiestas decembrinas giran en torno al nacimiento de Dios hecho hombre, del amor
más grande que ha habido sobre la tierra.
Seamos congruentes con la celebración llevando a cabo unas festividades
tranquilas, familiares, sensatas, que no pongan en riesgo ningún elemento de
nuestro entorno. La idea es convivir
con los seres queridos, compartir un momento, y estar en condiciones de iniciar
un año sin tantos sobresaltos.
Se trata
de exaltar el amor y la amistad entre los seres humanos, y no el estar
atacándonos, embistiéndonos, empujándonos, amenazándonos y lastimándonos los
unos a los otros en los diversos lugares públicos.
Y por
cierto, no olvidemos incluir en nuestra lista a los que menos tienen, el
anciano, la familia marginal, el huérfano, con un par de guantes, una despensa,
un juguete….
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