domingo, 12 de enero de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

DECIDIR SOBRE LA VIDA
Un tema por demás controversial acaba de ventilarse. En Bélgica se está analizando* una iniciativa de ley que busca aprobar la eutanasia en niños, sin límite de edad, y sin la necesidad de contar con el consentimiento de sus padres.
   Sabemos que en algunos países del Primer Mundo el asunto de la eutanasia ha ganado terreno, particularmente en lo que va de este milenio.   En  los adultos se considera legal siempre y cuando se realice con el consentimiento expreso del paciente, y en Holanda es legal para niños,  marcando como requisito que tengan arriba de doce años de edad.
   Sin lugar a dudas hay enfermedades que traen aparejado gran sufrimiento para el enfermo y sus familiares, siendo muchas de las veces insuficientes los métodos paliativos que ofrece la Medicina para erradicar condiciones inherentes a la enfermedad, particularmente  el dolor.  La decisión final dependerá entonces de elementos personalísimos como principios religiosos, morales y familiares, entre otros.
   A quienes nos ha tocado lidiar con niños enfermos sabemos que existen padecimientos que producen una calidad de vida progresivamente menor, en muchos casos con un terrible dolor físico para el pequeño.   Además quienes somos padres sabemos que no hay mayor dolor que ver sufrir a un hijo y no ser capaces de ayudarlo.  Pero de esto a estar de acuerdo con la legalización de la eutanasia hay un gran trecho.
   En el caso belga que actualmente se discute  en el Parlamento hay algo que en lo personal me preocupa. ¿Qué tan confiable es el criterio de un pequeño para que él sea capaz de determinar si se pone fin a su propia vida en un momento dado?... Es una pregunta para la que yo no hallo respuesta, como tampoco la hallo en los casos de niños transgénero en quienes algunas corrientes norteamericanas inician medidas farmacológicas o quirúrgicas encaminadas a modificar el sexo anatómico con el que nacieron, partiendo de que los pacientes consideran que vinieron al mundo en el envase equivocado.
   ¿Puede un menor de nueve o diez años tener los elementos de juicio para determinar que no quiere ser niño sino niña, de suerte que todo un equipo médico  comience a intervenir en edades tempranas para modificar su anatomía de manera radical?
   En cierta forma el mundo actual parece subestimar el valor de la vida humana.  Por citar algunos casos, un embarazo no deseado es visto como un mero accidente, y como tal se trata, eliminándolo. Corremos riesgos al conducir, al enfrentar situaciones que implican peligro de muerte, como si la excitación provocada por la carga de adrenalina justificara morir en el intento.  O bien, ante un estado que es percibido como insoportable, se recurre a la terminación de la vida, ya sea por vía del suicidio, o en casos de enfermedad mediante la asistencia para provocar la muerte, o para evitar los elementos que permitan prolongar la existencia.
   Pero, vuelvo a insistir, una cosa es que el adulto decida para sí mismo, y otra muy distinta es lo que ocurra para el menor.  Al margen de las doctrinas religiosas, un menor mayor de doce años que opta por la terminación de su vida con el consentimiento de sus padres, podríamos decir que está más orientado, que un menor de cualquier edad que por sí mismo esté en condiciones de decidir que se le induzca la muerte a su persona, ante una situación que él encuentra insostenible.
   Difícilmente un pequeño “desea” morir, o acaso piensa en la muerte.  En él siempre, o a lo largo de una enfermedad por difícil que resulte enfrentarla,  existe la esperanza de que las cosas vayan a mejorar.  En mi experiencia con pacientes pediátricos solamente  en contados casos terminales el escolar o adolescente está consciente de lo que sucederá un poco más delante.
   Entonces: ¿Se va a inducir al niño a que ahora asuma que su condición no tiene remedio? ¿Tiene el chico los elementos de juicio para saber hasta dónde sucede qué? ¿No va a existir después de sucedidas las cosas, un sentimiento de culpa inagotable en los padres y manejadores por haber propiciado una situación a todas luces irreversible?...
   Tal parece que es una muestra más de esa prisa que tenemos por vivir, por experimentar, por disfrutar, y cuando eso ya no es posible, por terminar con la situación que nos está impidiendo el disfrute.   Detrás de tal iniciativa se adivina un trasfondo de hedonismo que busca determinar que la vida, para ser tal, implica satisfacciones y deja fuera cualquier otro tipo de experiencias, lo que no necesariamente es cierto.  Dentro de situaciones de dificultad, o incluso de dolor físico, se dan condiciones de crecimiento interior que no se darían en otro escenario.

   Sigamos de cerca esta iniciativa, termómetro del estado del mundo.

*Para hoy domingo 12, cuando se publica este texto la ley ha sido aprobada por el Parlamento belga.

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