domingo, 29 de marzo de 2015

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¡Difícil decir adiós!

Ciertamente que nos cuesta, porque adiós es tan rotundo, tan determinante.

Quizá no sea para siempre, pero cuando algo o a alguien se despide con un adiós implica larga o definitiva separación.

Dejar atrás lo querido, a aquello a quien se tiene arraigo, a lo que se creyó para toda la vida, a lo que se vivió intensamente, a una etapa en que se fue tan feliz que quisiéramos fuera interminable.

Decir adiós y seguir adelante, sin aquello, sin aquel, sin lo que nos acompañó tanto tiempo, sin tener más la esperanza de un reencuentro, porque ya no sea posible, porque no sea conveniente, porque ya no debe ser.

Ese adiós que nos marca el final, el que voluntariamente o en contra de nosotros mismos debemos decir, porque no tenemos alternativa, ese adiós que lastima, que es implacable al señalarnos que nuestro destino no va ya más por el rumbo andado, que se mudó y con él habremos de andar buscando otros caminos, dejando atrás lo que y a quien sentíamos era tan nuestro y/o nosotros de él. El adiós, aunque se juzgue conveniente, necesario, indispensable, resulta generalmente doloroso, despedirnos de una parte de nuestra vida implica sufrimiento, a veces por haberlo vivido, otras por no querer dejar de hacerlo, y muchas más que porque sabemos que continuar no nos lleva a ningún lado.

Adiós y hasta nunca; adiós y hasta siempre, según se quiera continuar el viaje con los recuerdos o dejar todo en el olvido para que el tiempo poco a poco los vaya borrando de la mente, los aleje de nuestro corazón.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario