domingo, 25 de febrero de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Si es difícil encontrar el amor, más lo es a veces valorarlo. Puede ser que teniéndolo enfrente se confunda, se deje pasar, se menosprecie, se ignore de manera inconsciente por miedo al compromiso, por no perder autonomía, por no sentir que se depende de nada ni de nadie. Cada vez hay menos espacio en la agenda los jóvenes para dar al amor el tiempo suficiente.
     En una intensa carrera en que la tecnología los envuelve, la vida cibernética desplaza la real, hay que estar en las redes y no enredarse en relaciones sentimentales que requieren de más de un teclado o de ser un experto en videos. Ser virtual es mucho más fácil y entretenido, exitoso aquél que tenga más seguidores. 
El amor no puede competir con todo aquello que ahora llena las expectativas de los jóvenes, una simple relación amorosa, comprometida, en la que dos destinos se unen y se proponen recorrer un mismo camino, ya no es para la mayoría tan deseable.
     Se enamoran, si, pero son tantas las restricciones en las relaciones que es difícil pensarlas a largo plazo. No hay tanta disposición a renunciar a lo individual por un bien común.
     Miedo al apego, a sentirse atado a un sentimiento que amenace con limitar la individualidad, como si ser autónomo implicara desarraigarse del sentimiento más puro, más esencial, más fundamental, de esa energía que transforma y nos da la mejor oportunidad de entregar al otro nuestro mejor yo. 
     El amor, esa fuerza vital, el amor esa energía que será la única que nos dé la categoría de humanos. Quien no sea capaz de amar, habrá perdido la posibilidad de contemplar la luna y estremecerse, de suspirar al compás de unas notas de romántica canción, de encontrar en la mirada del ser amado su mejor destino. 
     Dejar tiempo para el amor es prioridad, es inversión que reditúa, que nos deja la mejor experiencia en la vida, que nos convierte en seres alejados del egoísmo, habilitados para comprender mejor la vida, para asumir humildemente nuestra necesidad de complementarnos el uno al otro.
     Un mundo con seres que aman, sería un mundo donde prevaleciera realmente el progreso de la humanidad, donde se asegurara que el porvenir no es tan obscuro, donde la vida adquiriría un verdadero sentido.
     Que el amor no pase de moda, que la realidad no sea reemplazada por este mundo virtual, que amenaza con extinguir nuestra sensibilidad.

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