domingo, 21 de abril de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Hemos evolucionado, hemos transformado al mundo, ¿hemos acertado al hacerlo?

En este acelerado impulso por el desarrollo, la humanidad entera ha pasado por alto los valores fundamentales, sobre los que debía regirse la vida. Si evolución tiene como sinónimo transformación, debiéramos entender que no siempre las evoluciones son hacia algo mejor, si lo consideráramos como desarrollo o avance, ahí si podríamos cometer un error.

El potencial humano de descubrir, inventar, crear, es impresionante, se ha ido avanzando vertiginosamente en tecnología y ciencia, de eso no cabe duda. Sin embargo al parejo de ello, se ha deteriorado el entorno y se ha pasado por encima de los valores que debían regir la convivencia entre los seres humanos. Se ha recurrido a la explotación de recursos naturales en forma inmoderada y dañina, así mismo se ha explotado a las grandes masas de población para lograr un desarrollo que solo involucra a unos cuantos. 

Desmedidos los daños para hablar de un progreso, y esperando a que no sea demasiado tarde, es tiempo ya de reflexionar y de actuar para impedir la debacle. No pretendo ser fatalista, pero no es exagerado decir que hemos consumido ya una gran parte de nuestro planeta, sin lograr el bienestar de su población, en su gran mayoría continúan sin enterarse de lo que significa la palabra progreso.

Volver a lo básico, no como frase de moda, sino regresar a las prácticas de consumo sustentable, dedicarnos a la preservación de nuestros recursos naturales, del agua, del aire, de nuestra tierra. Recuperar lo dañado, y encaminar esfuerzos a remediar los daños, voltear a ver a los desprotegidos y compartir el mundo en una forma más equitativa. Dejar no tan solo en manos de Dios el destino de nuestra gente, de nuestro mundo. "A Dios rogando y con el mazo dando", dice el refrán.

El cambio es ahora, la reconstrucción, la conservación. Desarrollo debiera ser actualmente, el uso racional de los recursos humanos y naturales en aras de un bienestar para las mayorías, sin egocentrismos, sin perder de vista al prójimo en el afán de avanzar individualmente. Alimento, abrigo, arte y educación para todos, para que como seres humanos tengamos la posibilidad de usar el libre albedrío en hacer las elecciones más acertadas sobre nuestro futuro como humanidad. 

Respetar las reglas del juego de la vida, donde no encontraremos placer si no reconocemos los límites, y seremos llevados a un caos por hacer caso omiso de las señales de alarma que nos alertan a frenar este impulso equivocado que nos conduce a una evolución desfavorable.

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