domingo, 9 de junio de 2019

Texto de Guillermo Cabrera Infante

Hoy en día, cuando la naturaleza amenaza con ceder a la presión del gran daño que le hemos provocado, es bueno volver la vista a nuestras bellezas originales.  Darnos cuenta de todo aquello que estamos a punto de perder para siempre, por simple necedad, por absoluto frío en nuestros corazones. Este es un texto de Guillermo Cabrera Infante, periodista y escritor cubano fallecido en el 2005, quien nunca imaginó que aquello que él daba por verdad, pudiera transformarse en simple historia, al paso de la depredación que hemos hecho de nuestro planeta.


Las islas surgieron del océano, primero como islotes aislados, luego los cayos se hicieron montañas y las aguas bajas, valles. Más tarde las islas se reunieron para formar una gran isla que pronto se hizo verde donde no era dorada o rojiza. Siguieron surgiendo al lado las islitas, ahora hechas cayos y la isla se convirtió en un archipiélago: una isla larga junto a una gran isla redonda rodeada de miles de islitas, islotes y hasta otras islas. Pero como la isla larga tenía una forma definida, dominaba el conjunto y nadie ha visto el archipiélago, prefiriendo llamar a la isla isla y olvidarse de los miles de cayos, islotes, isletas que bordean la isla grande como coágulos de una larga herida verde.

Ahí está la isla, todavía surgiendo de entre el océano y el golfo: ahí está.

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