domingo, 29 de agosto de 2021

REFLEXIÓN de María del Refugio Vázquez Rubio, facilitadora del GAD

 

LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO

“Entrar en el silencio, donde  todo nuestro ser se siente remansado”

Jose Fernandez Moratiel

 

Noticias van, noticias vienen, algunas preocupantes con razón, otras exageradas para lograr los disputados seguidores en las redes sociales tan de moda. De vez en cuando surge información seria y responsable, sustentada en la ciencia que nos deja ver nuestra realidad un poco mas clara. El virus sigue aquí y va a estar por largo tiempo. A estas alturas algo hemos aprendido y ya sabemos que nos toca hacer para seguir sanos y protegidos de la enfermedad.

Los protocolos siguen siendo los mismos, lavado de manos, cubre bocas, etc… Sobre todo, la distancia social, bien calculada y admitida como la mejor protección, puede ser la diferencia entre estar bien o la posibilidad de una reinfección para los que ya han sido tocados por el virus, o bien exponerse a la enfermedad por primera vez con todas sus consecuencias.

Llevamos largos meses inmersos en un estado de incertidumbre, miedo y preocupación.

Hemos de buscar formas de relajar la tensión acumulada para seguir adelante en esta época difícil e incierta.

Silenciar nuestra mente del parloteo que nos rodea, no es cosa fácil de conseguir. Sin embargo, con algo de voluntad, esfuerzo y práctica, pudiéramos encontrar que el silencio nos proporciona una hospitalidad que nos acoge; un buen “sitio” para descansar un poco del agobio, de la excesiva actividad mental; darnos un respiro.

Abrir el silencio por un momento, es romper la rutina del hacer; detener por un momento la vorágine de pensamientos y dejar de conversar con nuestros afanes para encontrarnos refugiados por un rato en nuestro interior.

Buscar un momento de paz silenciosa no es evadir lo que sucede, pero sí es recargar nuestro espíritu para seguir enfrentando la vida que nos está tocando vivir.

Ese rincón de nuestra casa, intimo, grato, puede ser el mejor lugar para detenernos un momento y acallar el ruido. Uno encuentra dentro cuando suspende toda búsqueda exterior.

En el silencio nos quedamos con nosotros mismos y es posible que encontremos una soledad misteriosamente fértil, de la cual surgirán respuestas a nuestras preocupaciones y agobios.

Hay una zona de descanso un poco ignorada y que está  ahí, a la mano. Bastaría con cerrar los ojos y escuchar el sonido del silencio, aunque sea de vez en cuando.


 

 

 

 

 

 

 

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