domingo, 22 de enero de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 ANTÍDOTO CONTRA EL MAL

Contrario a otras semanas, la colaboración de hoy no es un análisis crítico de acontecimientos.  Ese proceso de poner por escrito una idea para entenderla, que me otorga la columna de cada semana, en esta ocasión tendrá que esperar.  No he acabado de procesar lo ocurrido, mis sentimientos habrán de aplacarse y reordenarse, y será hasta entonces cuando pueda verter por escrito los hechos y las conclusiones, pero aún no.

Esta semana sufrí un intento de extorsión.  Una de las situaciones más críticas en mi vida.  A partir de una suplantación de identidad, vía teléfono celular, me fueron envolviendo progresivamente en una narrativa que terminó por ocupar toda mi mañana y la de mi hija, quien al percibir mi estado dejó su actividad laboral  para apoyarme. Lo más doloroso es que esas terribles horas, me han robado mi tranquilidad. Quedé en manos de expertos en la manipulación de la esfera psicológica de otros seres humanos.  Unos especialistas en ir envolviendo, capa por capa a sus víctimas, hasta colocarlas en una situación de conflicto profundo, donde pareciera no haber salida alguna. En serio, que es un momento que no le deseo a nadie.  Finalmente, el susto terminó gracias a la intervención de un excelente amigo de la familia, quien, a su vez me canalizó con un abogado especialista en estos temas, para, una vez revisada la evidencia, concluir que aquello era un fraude. Le escuché decir unas palabras muy sabias: “Nuestro país no está preparado para una tecnología digital de punta como esta”.  Le concedo toda la razón.

En otras ocasiones lo he abordado y hoy lo retomo: el capitalismo nos ha llevado al individualismo y al egoísmo.  Primero van mis intereses, sin importar lo que ello implique.  Me quedo analizando que este capitalismo ha nacido en el primer mundo, para nosotros específicamente en Norteamérica.  Sin embargo, aquel país tiene un buen freno que limita el comportamiento de los individuos como para hacerse de un capital por una vía distinta a la legal.  Desde su fundación en 1776 cuando las trece colonias británicas asentadas a lo largo del Atlántico se convirtieron en los Estados Unidos de Norteamérica, han incluido en su estructura social un profundo apego a la religión.  Los ciudadanos son celosos practicantes, lo que, en gran medida  ha generado una contención a la hora de plantearse hacerse de dineros por una vía que no sea legal.  Alguna vez un amigo que conoce mucho de economía internacional mencionaba que en aquel país el peor delito es el que va contra la recaudación de impuestos.  Cierto, no podemos dejar de lado que, allá, como en todo el planeta, han ocurrido atentados terribles, muchos de ellos relacionados con el uso indiscriminado de armas de alto poder.  No podríamos negarlo.  No obstante, en otro tipo de delitos más “domésticos” –valga el término—los ciudadanos norteamericanos no se sienten tan amenazados como lo estamos en México.  Son bastante más confiados en el día a día, tanto en casa como en sitios públicos.

Nuestro México, en cambio, desde su nacimiento, se maneja mucho a partir de contraposiciones.  Son parte de nuestra propia idiosincrasia y se antoja casi imposible dejarlas de lado.  Todos los mexicanos somos guadalupanos, aun aquellos que se persignan cada mañana frente a la imagen de la Virgen Morena, para que los proteja en su actividad como malhechores, o los que dan gracias a Dios en plena rapiña, frente a un tráiler volcado en carretera. Algo como esto me tocó escuchar en las últimas semanas en un video que captó un accidente así: La mamá señalaba al hijo que se apropiara de más de la mercancía, que  ”gracias a Dios” estaba a su alcance.

Aún me retumban frases aisladas de ese terrible intento de extorsión.   Si no fuera por la capacidad de manipulación de estas personas, desde un principio habría detectado inconsistencias que, ya en el despacho del abogado que me ayudó a desenmarañarme las neuronas, me resultaron demasiado obvias, reprochándome cómo fue que no las aprecié en su momento. Trato de ser indulgente conmigo misma, pensando en que caí en la trampa por partir del principio de que quienes se comunicaban conmigo eran quienes decían ser, y estuve dispuesta a ayudarlos.  A partir de ahora, por propia seguridad, he considerado en cambiarme, del bando de los cautos bien intencionados, al bando de los escépticos y desconfiados. Me resisto a hacerlo, ya que sería contribuir a  hacer de nuestro México un sitio aún más difícil de vivir para todos.

Cuando esto escribo una queridísima amiga lucha por su vida. La conozco desde la adolescencia; me consta que ha llevado una existencia apegada al bien, desprendida, con elevados propósitos. Pido a Dios por ella, y porque su ejemplo de vida sea mi antídoto contra las malas intenciones

2 comentarios:

  1. Carmen gracias a Dios, tuviste gente buena que te ayudo, en no caer en las trampas de esta gente
    Dios te bendice siempre🙏🏻 fuerte abrazo🙅🏻‍♀️
    Verónica

    ResponderBorrar
  2. Así es, Vero. Afortunadamente son muchos más los buenos en este mundo. Gracias por tu apoyo.

    ResponderBorrar