domingo, 2 de julio de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

MAR PARA TODOS

“Angels unawares”: Escultura monumental en bronce erigida por el canadiense Thimothy P. Schmalz. Representa a los migrantes de todas las épocas y destinos.  Se colocó en la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 29 de septiembre del 2019, durante la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado.

Pudiera traducirse como: “Ángeles que no se percatan de que lo son”, en alusión a Hebreos 13:2 que señala: “No os olvidéis de ser amables con los que lleguen a vuestra casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedarán ángeles”.  La obra plástica podría resumirse en dos palabras: Desolación y esperanza.  En ella están representados seres humanos de todas las edades, orígenes y destinos, desde un judío que huye de la Alemania nazi o un polaco que escapa del régimen comunista, hasta un sirio que se fuga de la guerra civil de su país.  El escultor se propuso mostrar emociones y realidades en torno a la figura de los migrantes.

Justo hace un par de semanas una embarcación con aproximadamente 750 migrantes se hundió en el Mar Jónico, frente a las costas de Grecia. Hombres, mujeres y niños partieron de África y Siria; cruzaron Líbano para volar a Libia, donde tuvieron que esperar en condiciones infrahumanas durante 40 días, hasta que fueron embarcados en una nave vieja, con sobrecupo. No sorprende que volcara y se hundiera.  Lograron rescatar a 100 con vida y 150 cuerpos. La Agencia de la ONU para los Refugiados considera que 500 cuerpos no han sido recuperados.  Justo por esas mismas fechas se conmemoró el primer aniversario de la tragedia en la ciudad española de Melilla, en la frontera con Marruecos:  2,000 migrantes provenientes de países subsaharianos intentaron cruzar la valla metálica que separa ambos países, deviniendo en una avalancha que ocasionó una veintena de muertos y más de 70 desaparecidos. Tampoco hay registros minuciosos de la tragedia. Son eventos tan numerosos que  no capturan la atención de los gobiernos, del público ni  de los medios de difusión.

Menciono todo lo anterior para señalar los dolorosos contrastes que existen en nuestro mundo: El pasado 16 de junio  5 multimillonarios decidieron emprender la aventura de su vida: Zarparon de la costa de Terranova, Canadá a bordo del buque Polar Prince para una travesía de 740 kilómetros mar adentro. Desde la cubierta el día 18 se lanzó el batiscafo de nombre “Titan” al fondo del Océano Atlántico  para  una inmersión profunda que  permitiera  a los  turistas visitar los restos del Titanic, majestuosa nave hundida durante su primer viaje en 1912. Cada viajero desembolsó 250,000 dólares por un viaje de 8 horas al fondo marino, a 3,800 metros de profundidad. Firmaron un convenio que liberaba de responsabilidad a la empresa en caso de siniestro.   No era el primer viaje del submarino. Desde el 2018  la “Marine Technology Society” había indicado que el batiscafo tenía algunos elementos de riesgo, pero aun así siguió funcionando.   A la profundidad necesaria para visitar los restos del Titanic, la presión del agua contra la estructura se calculó en  40,000 megapascales, equivalente a 4,000 toneladas por metro cuadrado de la estructura.  El atractivo particular de la nave, una amplia claraboya al frente que permitía visión panorámica, había sido identificada por los especialistas como factor de riesgo.

La nave debía de  reportarse a tierra de manera periódica.   A las dos horas de la inmersión dejó de hacerlo y cesó la señal independiente de radar que indicaba su ubicación. Se avisó a la Guardia Costera y de inmediato comenzaron a movilizarse cuerpos de búsqueda hacia el punto donde debían hallarse. Iniciaron las exploraciones por cielo y  mar con sonar, no logrando detectar signos que indicaran la presencia de la nave.  Dos días después se concluyó que el submarino debió haber sufrido una implosión, y que en un período entre 20 y 40 milisegundos después de ocurrida, la nave y sus ocupantes se desintegraron. Los especialistas definen la implosión como un colapso al interior de un espacio cerrado, en este caso  a causa de la presión hidrostática. La búsqueda continuó durante varios días  por cubrir el protocolo, nada más.

“Ataúd flotante”: Nave que de forma irregular transportaba 750 migrantes africanos y sirios hacia el Mediterráneo para llegar a Italia.  Los navegantes, hombres, mujeres y niños se lanzaron en esta aventura de alto riesgo, prendidos de la esperanza de ponerse a salvo junto con sus familias.  Fueron poca noticia, dada la normalización con que enfocamos las tragedias migratorias.

Descansen en paz unos y otros.  Los primeros serán recordados a través de fastuosos homenajes. Su memoria quedará inscrita en las páginas de la historia.  Los segundos en  poco tiempo terminarán olvidados en el silencio del mar profundo.

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