domingo, 12 de mayo de 2024

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Y un buen día, uno se convierte en madre. Como el día de la boda que se convierte en una ilusión, por la fantasía que envuelve vestirse como princesa, llegar con el príncipe azul, y empezar una historia que los cuentos siempre terminaban en ese momento con una frase esperanzadora: "¡Y vivieron felices!" Así la idea de la maternidad nos envuelve en una magia de ternura, de amor incondicional, de la relación más auténtica y desinteresada que como mujeres podremos tener. Con un instinto materno muy evidente, algunas otras sin él, pero que la propia maternidad va forjando, llegamos a ser madres.

El transcurso del embarazo es toda una sinfonía de amor, que nos alegra el alma, con esas interrupciones estridentes que a veces causan los síntomas inherentes a éste, pero todo es soportable y vale la pena. Nada comparable con ese momento en que por fin tenemos en nuestros brazos a ese bebé, que a veces planeado, otras que llega en forma por demás sorpresiva, pero que recibimos con tanto amor, que no nos cabe en el pecho.

Pero, porque siempre hay peros, empiezan las desveladas, las molestias que implica la lactancia, que van más allá de esa imagen poética de una madre amamantando al bebé, los cólicos, el llanto que no logramos diferenciar si es dolor o solo una exclamación para pedir alimento. Desde ahí, ya la maternidad empieza a darnos un golpe de realidad, que hemos sido testigos de que lo viven otras, pero que nosotras subestimamos, para no empañar la felicidad de esta etapa.

Y de ahí en adelante, vamos adentrándonos en la complejidad de ser madres, empiezan los sentimientos encontrados, la sensación de culpa por quejarnos de lo que tanto deseábamos vivir. Humanas somos y en el camino andamos, ni hablar, es natural, sentirnos a veces abrumadas por todo lo que nuestra vida cambia a raíz de tener la responsabilidad de la crianza de un bebé.

Golpes de realidad que nos anulan expectativas, que nos sacan de esa zona de confort, que nos llevan a poner los pies con firmeza en la tierra y bajar de esa nube de bellas ilusiones, para afrontar que ser madre es saber entretejer esas ilusiones con la objetividad que requiere el manejo de todas esas circunstancias que se nos presentan cotidianamente, con todo el amor, con la capacidad que nos sea posible, tendremos que resolver el día a día, con errores, con aciertos, pero con toda la voluntad de poner en ello nuestro mayor esfuerzo.

Hasta que un día podamos irnos y sentir que hemos cumplido nuestra misión, y sintamos esa paz interior de no serles necesarias, menos indispensables; a decir verdad esto ocurre antes de lo que nosotras mismas quisiéramos, pero a un hijo no lo dejamos ir del todo nunca, seremos madres hasta el último día de nuestras vidas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario