Pero entonces, ¿qué haríamos...? ser simples espectadores de una casa muy ordenada y con limpieza extrema, pero temerosos de que otros o nosotros mismos con nuestro andar, nuestro recorrido a veces incierto, con el desparpajo de ciertas épocas, la total inconsciencia de otras, pueda alterar ese equilibrio que habíamos conseguido para que luciera impecable.
No creo se trate de hacer de la vida una pieza de museo para admirarse, la vida hay que usarla, y dejar huella de ello, a veces hacer un tiradero, no limitarse en usar todos sus espacios, no hablo de vivir en anarquía, sino de no temer a romper de vez en cuando la armonía. Si bien es importante tener un orden en la vida, también lo es permitirnos cierta elasticidad para vivirla, no buscar convertirnos en modelos estáticos que no se atreven a audaces hazañas por el temor de no ser capaces de reencontrar la armonía que poseían.
No hagamos vida para otros, hagamos de nuestra vida algo digno para ser recordado por nosotros mismos antes que nadie. Tolerancia a nuestro errores, a ese desbarajuste que a veces provoca nuestro fallido intento, pero que bien vale la pena cuando a pesar de no haberse logrado, nos deja la experiencia para volver a intentarlo.
No nos afanemos en tener albeando nuestra vida o nuestra casa, no hay como dejar huellas de habitarlas, con un orden si, pero no con una obsesión de que sea perfecto, que como humanos es imposible mantener como constante. Arrieros somos y en el camino andamos, y al caminar tarde o temprano nos equivocamos, finalmente seremos las suma de aciertos y de errores cometidos, lo importante es ser capaces de volver a poner las cosas en su sitio, y no dejarle a otros la tarea.
Vive, desordena, usa tu vida, y después encárgate tu mismo del "QUEHACER".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario