sábado, 14 de agosto de 2010

CONTRALUZ: Agosto 15, 2010


CON LA FUERZA DEL AGUA
María del Carmen Maqueo Garza
Conforme vuelven a su nivel las aguas se muestran los daños provocados por las recientes crecidas. Desde un puente observo cómo una elevada barda de ladrillos fue completamente doblada hasta el suelo sin romperse, en un ángulo de noventa grados. Tal es la fuerza que puede alcanzar la corriente.

Recientemente me regalaron una bella historia: Un bosque se incendia, y un avecilla pequeña, lejos de salir huyendo como el resto de los habitantes de la foresta, va al arroyo más cercano, llena su buche de agua, y viene a verterlo sobre aquellos árboles flamígeros. Una y otra vez hace lo mismo la minúscula ave que por momentos se pierde entre las nubes de humo. Alguna bestia se detiene para reprenderla, no tiene sentido lo que hace, el fuego es voraz y nada va a lograr con esos pequeños volúmenes de agua que antes de tocar las llamas se han convertido en vapor, a lo que el avecilla replica: "El bosque me ha dado todo lo que soy y ahora me necesita; no puedo abandonarlo sin hacer mi mayor esfuerzo por salvarlo."

Durante la semana que termina destacan los trabajos del "Diálogo por la seguridad: Una política de estado" convocado por Felipe Calderón. Efectivamente se tocan los temas, pero a ratos parece que se echan la papa caliente. El ejecutivo cuestiona a jueces y magistrados, y éstos reviran contra los ministerios públicos. Unos atribuyen a otros el fracaso en el combate a la delincuencia, a la vez que justifican sus propias acciones. Contados personajes han sido directos y valientes en sus señalamientos; un extraordinario ejemplo: Isabel Miranda de Wallace, incansable ciudadana, ha puesto los puntos sobre las íes sin importarle los riesgos que pueda correr.

Al problema de la violencia en las calles nos toca entrarle de lleno todos, puesto que nos afecta a todos los ciudadanos que en la vida diaria estamos expuestos a un grave riesgo de daño en nuestras personas o en nuestras pertenencias. Expuestos a perder patrimonio; algún ser querido; la integridad, o hasta la existencia.

Entonces volvemos a lo mismo, mientras las instancias no se pongan de acuerdo y se saneen a fondo; mientras nosotros no les exijamos cumplimiento con base en resultados concretos y comprobables… No vamos a lograr mucho.

Si yo como ciudadano veo que el vecino está en riesgo pero no hago nada; si no respeto señalamientos viales; si violo el derecho de otros; si intento sacar ventaja del compañero de trabajo; si procuro mi beneficio personal a costa de cualquier cosa, en lo pequeño, en lo grande…No vamos a lograr mucho.

Si quiero dar mi punto de vista, y me explayo en mis señalamientos, pero lo hago desde el anonimato. Si lanzo la piedra y escondo la mano. Si hago protestas ruidosas sin propuestas concretas. Si no estoy dispuesto a comprometerme con el México de mis hijos… No vamos a lograr mucho.

Se genera un espacio para dialogar, bravo por ello. Pero necesitamos llamar a las cosas por su nombre; enumerar los problemas, asumir las responsabilidades. Reconocer ellos allá en las mesas de trabajo y nosotros acá en la casa; en el trabajo; en la calle; que no hemos hecho bien las cosas.

Plantear que México es el bosque que se quema, y que si unas cuantas avecillas como Isabel Miranda, o Eduardo Gallo, o Alejandro Martí, se fatigan llevando agua, primero caen muertas que lograr un cambio.

Es menester actuar todos en conjunto, solidarizarnos, cada cual desde su sitio, en su radio de acción personal. Convencernos de que ningún cambio va a tener México mientras no sumemos fuerzas generando un espíritu de unidad real y sostenida.

Al momento de pasar el puente y ver la barda totalmente doblada hasta el suelo, descubrí que la fuerza incontenible que logró aquello fue la suma de gotitas de lluvia que se conjuntaron para formar un cuerpo de agua poderoso, capaz de derribar cualquier elemento que tuviera enfrente.

De este mismo modo necesitamos los mexicanos ponernos a trabajar. No es tan complicada la cosa, se trata de cumplir cada cual con su deber, hacerlo con honestidad y entusiasmo; respetando el derecho ajeno; teniendo la calidad como objetivo. Se trata de poner ese esfuerzo extra, no por otra cosa sino por amor propio. Abandonar actitudes patéticas como: "Para lo que me pagan", o "¿Por qué voy a hacerlo, si nadie hace nada?"…

Si tú comienzas a comprometerte por tus hijos, y yo por los míos, hallaremos sobrados motivos para ponerle todas las ganas al asunto. No podemos negarlo, México es el bosque en llamas y nosotros las

aves: ¿Le ponemos el alma y lo apagamos, o morimos calcinados todos, tarde que temprano?

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