domingo, 21 de octubre de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CONTRALUZ Octubre 21, 2012
BACK TO THE FUTURE
Un país como el nuestro en el cual campea la violencia, desarrolla un acostumbramiento tal, que las noticias sobre ataques a seres humanos dejan de sorprendernos. Lamentable, terrible, pero lógico, después de 100,000 muertos, además de lesionados, desaparecidos, viudas y huérfanos, que ha dejado esta dolorosa acometida contra  el crimen organizado.
   Entonces, al momento en que surge la noticia de un ataque que se sale del común de todos los días, reaccionamos de inmediato. Así  sucedió esta semana cuando elementos de Protección Civil y Bomberos del municipio de Zaragoza, Coahuila, sometieron a una pequeña osa que por hambre se aproximó a la mancha urbana.   Los individuos se exhibieron  en Internet con el ya para ese momento, indefenso y maltratado animal, el cual mostraba evidentes signos de sufrimiento, su hocico  sangraba y tenía relajación de esfínteres,  en tanto la mantenían forzada abierta de patas  y sujetaban con fuerza su cabeza.
   Como sucede con muchos casos de maltrato animal, esto es sólo la punta del iceberg, es lo que alcanzamos a percibir, pues sabemos que la mayoría de los casos, o no son detectados, o no son denunciados, y se repiten de muy diversas maneras en distintos  estratos sociales, muchas de las veces con la complacencia de las autoridades.
   Cuando visualizamos el panorama general entendemos que el maltrato animal es una forma más de violencia, que viene a sumarse a la  elevada cuota de cada día.   Tal parece que el ser humano viene sufriendo un retroceso de lo que alguna vez fue su desarrollo racional, hacia las pulsiones más primitivas, de manera que hace del ataque el modo de abordar los problemas que se le presentan.
   Los casos de violencia  son muchos y muy terribles, cada uno de ellos  da cuenta de la descomposición social que padecemos.  Ello nos obliga a reflexionar de qué manera estamos contribuyendo todos  nosotros al crecimiento de  dicha espiral de violencia.
   Ahí está el caso Michoacán: Los estudiantes  se han acostumbrado, como en muchas otras entidades,  a que la presión social  en contra de los gobernantes funcione, pero esta vez parece que se toparon con pared frente al gobernador  Fausto Vallejo.   Los “manifestantes” han actuado como hordas bárbaras arrasando con todo lo que hallan a su paso para ejercer más  presión, y han lesionado en su persona y en su patrimonio a terceros que nada tienen qué ver con el conflicto universitario. 
   Recordemos que Michoacán ha sido pródigo en otorgar facilidades a estudiantes foráneos, como son casas de estudiantes y pago de alimentos; en este sistema ahora los llamados estudiantes, piden más recursos, pero aparte pretenden definir los planes de estudios de las carreras, entre otras cosas algunos   rechazan llevar Inglés e Informática.
   Y así como hemos ido asimilando el mensaje implícito de que las cosas se consiguen por la vía violenta, es como estos grupos se han dejado ir con todo dispuestos a presionar tanto como sea necesario, hasta conseguir que el gobierno finalmente truene y ceda.
   Continuando con el tema de violencia en las calles, lamentable la manera como el pasado sábado durante un partido de futbol en el estadio de León, Guanajuato, los cuerpos de seguridad sometieron de manera violenta a los fanáticos de los Tigres de la UANL, para sacarlos del estadio 15 minutos antes de que terminara el partido,  buscando así evitar una trifulca. El problema es que actuaron utilizando una fuerza desmedida, como si de criminales se tratara, sin considerar que  había menores de edad y mujeres en el grupo que pretendían desalojar.
   Y así podíamos seguir,  para hacer notar la forma como la violencia parece volverse el recurso de primera mano, la moneda de cambio, la acción impensada, el mero reflejo, la descarga de adrenalina a la que pareciéramos   habernos vuelto adictos.   Como si detrás de esa respuesta  desproporcionada al mínimo estímulo se escondiera un ser vivo sí, pero cada vez más deshumanizado.
   De alguna manera nos hemos desfasado como personas, actuamos con poca cabeza y mucha fuerza, rabiosos y ciegos.  El consumismo nos ha ido regresando a nuestras pulsiones más primitivas, ¡ah!, pero eso sí,  queremos llamar a eso progreso y modernidad.  Hace un par de días, en una conocida revista digital  leí un texto que muchos  calificarán como literario y de avanzada, pero que en lo personal no  me pareció que fuera más allá de una representación de la sodomía más abyecta en todas sus variantes, y que nada  aporta a favor de nuestro  desarrollo como sociedad.  Confieso que a disgusto, pero lo leí hasta el final, para poder fundamentar mi crítica.
   Vamos como en la trama de aquella película “Back to the future”. Suponiendo  que avanzamos hacia el futuro estamos retornando al tiempo de las cavernas, a vivir a la defensiva, ocultos, feroces, y actuar por mero instinto, dispuestos de entrada a matar.  

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