domingo, 31 de marzo de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza



UN MURO DE OÍDOS SORDOS
 “Cómo pude llegar a ser una persona mala, yo sólo quería ser una persona normal, que no pasara ningún mal, pero lo tengo que hacer. Me han abandonado todos los que quería, me quitaron mi vida y mi celular, en mi futuro ya no queda nada, no hay que vivirla, lo siento”.
   “Proceso” transcribe el mensaje póstumo  de una chiquilla de 13 años que se suicidó esta semana en la ciudad de Puebla.   Un evento de esta naturaleza nos  invita como sociedad  a un examen de conciencia.  Partamos del desglose de su texto:
   “Cómo pude llegar a ser una persona mala…” Queremos entender que la niña está convencida de que ya no es buena.  A los trece años tal concepto de sí misma pudo venir de haber desobedecido a sus mayores, de haber hecho algo que reconoce como indebido.
   “Yo sólo quería ser una persona normal…” Se antoja un escenario depresivo terrible; para ella sus actos la han marcado de manera irreversible, todo está perdido.
   “…que no pasara ningún mal, pero lo tengo qué hacer.” Nuevamente se cuela entre líneas la sombra de un ente que anula su voluntad,  contra el cual ella no   se siente capaz de luchar, y  que la compele  a  actuar aún en contra de sus deseos.
   “Me han abandonado todos los que quería…” Éste es el eje en torno al cual giran todos los demás pensamientos. ¡Terrible! Ella se siente sola, abandonada por todos los que formaban parte de su círculo afectivo; probablemente su familia, probablemente sus amigos, algún novio.   Como haya sido la cosa, ella tiene esa sensación dolorosa de solitud, de abandono, al grado que ya nada tiene sentido, ya nada vale la pena.
   “Me quitaron mi vida y mi celular….” Si estas palabras estuvieran dichas por el personaje de un Diderot contemporáneo,  resultarían jocosas, sobre todo porque dan a entender que junto con su celular se fue su vida.  Sin embargo se trata de una chiquilla que finalmente se coloca un lazo en el cuello y se ahorca.
   “En mi futuro ya no queda nada, no hay que vivirla…” ¿Qué tenía esta niña  deshecha aparte de su celular y del afecto de quienes ahora parecen haberla abandonado? ¿Habría descubierto alguna vez que se tenía a ella misma antes que cualquier otra cosa?...
   “… lo siento.” Unas últimas palabras  que reflejan un total abatimiento.  Aún después del terrible daño que siente que ha recibido, pide perdón ¿a quién?... a todos y a ninguno, a la vida, a sus padres, a su abuela quien finalmente encuentra su cuerpo en la escalera.  Pide perdón al mundo por no haber estado a la altura de los estándares que éste marca; nos pide perdón a cada uno de nosotros por no  descubrir a tiempo  la llave que  detona la autoestima,  que inspira a  querer y cuidar la propia vida, y  que espanta cualquier deseo perverso de  matarse.
   En el tercer milenio nosotros los adultos muchas veces no hallamos cómo medirnos frente a nuestros jóvenes, fundamentalmente  en cuestión de tecnología.  Esto entorpece la comunicación entre ellos y nosotros, resultando en que  los conocemos poco, y no alcanzamos a entenderlos, a interpretarlos.
    Ellos pertenecen a la generación “Del Milenio”, constituida por jóvenes que nacieron  entre 1990 y el 2000, y que  llegaron al mundo “con el chip integrado” en cuestión de tecnología de punta. Para ellos la comunicación a través de las redes sociales es tan importante, o en ocasiones hasta más importante que la comunicación cara a cara, y si no asumimos esto no vamos a lograr entenderlos.
   El Facebook tiene para ellos  un valor primordial, llegando  a  ser en muchos de los casos “el pobre sustituto del contacto humano”, como señala Juan Pablo Carrillo Hernández en su colaboración: “Para aquellos que ignoran en el Facebook”, publicada en la red.
   De este modo lo que un joven comunica  por medios electrónicos es trascendental, llegando a constituir en ocasiones  el grito desesperado que se estrella contra un muro de oídos sordos.
   La tasa de suicidios se ha disparado en los últimos años;  algunos estudios señalan que en el mundo hay un suicidio cada 40 segundos.  Casos recientes describen a jóvenes con más de mil “amigos” en Facebook, que colocan en su muro algo que sugiere  una intención suicida, sin que ninguno de sus contactos haga nada por impedirlo.   Un doloroso caso reciente, el de Claire Lin, una coreana que en su cumpleaños 31  fue ilustrando paso a paso su propio suicidio para sus nueve contactos conectados, y terminó diciendo “Incluso mientras muero, todavía quiero Facebook, el Facebook debe de ser veneno, jaja.”
   Con seguridad la niña poblana lo hubiera “texteado”, si tuviera su celular con ella, pues al parecer no sentía merecer un abrazo siquiera…

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