domingo, 3 de marzo de 2013

LA MAESTRA por Alejandra Rangel

Desde hace tiempo se conocían los abusos de Elba Esther Gordillo, una lideresa que en su momento fue acusada de traición hacia Carlos Jonguitud Barrios, al cual sustituyó en 1989 como Secretaria General del SNTE con el apoyo del entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari.

En su larga historia de problemas y cuestionamientos, también se le vinculó, aunque sin pruebas, con el asesinato del dirigente magisterial Misael Núñez Acosta en 1981, en Ecatepec. La corrupción, el enriquecimiento ilícito y los abusos de poder fueron acciones diarias en su desempeño, siempre protegida no sólo por sus seguidores sindicales, sino por el apoyo político de los Presidentes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón.

Es una mujer con 24 años al frente del sindicato más grande de América Latina, que vendía sus apoyos electorales y políticos según conviniera, a quien se nombró para encabezar de manera vitalicia a un sindicato que históricamente ha tenido una fuerza enorme, como es el del magisterio de la educación.

En estos momentos afronta la detención, acusada de operaciones con recursos de procedencia ilícita que rondan los 2 mil millones de pesos, desviados de las cuotas que pagan los maestros a su organización, y todo apunta a que las múltiples consecuencias de estos delitos terminen en una condena.

Se repetía constantemente que Gordillo vivía derrochando recursos que hoy sabemos que se emplearon para pagos de viajes, cirugías, mantenimiento de aviones, compras en tiendas de lujo (como el pago por 3 millones de dólares a Neiman Marcus), transferencias bancarias a Suiza y Liechtenstein, compra de propiedades en San Diego... la lista parece interminable.

Todo ello se traduce en asombro por la forma de mantener el control a pesar de tanto abuso, lo cual lleva a pensar en la represión del sistema educativo para que durante 24 años no hayan crecido las voces disidentes y la impotencia entre los maestros, suponiendo hacia dónde iban sus recursos y sin posibilidades de expresarse libremente al respecto.

Cómo fue posible que la maestra hubiera despilfarrado el dinero de sus agremiados sabiendo las condiciones salariales de muchos de ellos y las carencias de miles de escuelas: sin ventanas, baños descompuestos e inmundos, escritorios destrozados, algunas sin bancos suficientes o pizarrones adecuados, con niños que llegan sin desayunar por falta de recursos económicos y otros estudiando a la intemperie.

Cuántas escuelas podrían mejorarse con esos recursos mal gastados. Cuánta responsabilidad de este país por sostener esa clase de impunidad y corrupción. Un México pobre con estos liderazgos muestra la banalidad del mal, esa banalidad que señaló Hannah Arendt en su libro "Eichmann en Jerusalén", a raíz del genocidio de la Segunda Guerra Mundial. Ahí expresó que muchas de las acciones de los hombres se deben al deseo de ascender en su carrera profesional, enquistados en un sistema basado en actos de dominio e inmoralidad, obteniendo como resultado seres perversos condenados a obedecer el llamado de los sistemas.

Esto no exime de responsabilidad a la lideresa porque si bien al principio cumplió órdenes superiores, después ella representaba ese poder absoluto que tiende a corromper con la misma fuerza. Pensar que con su caída va a mejorarse la calidad educativa es una ilusión, no obstante, lo que esperan los ciudadanos por parte del Gobierno es la instauración de un orden público donde la transparencia y rendición de cuentas se establezcan como principios en todas las acciones de las dependencias.

En muchos grupos de maestros el encarcelamiento y caída de Elba Esther se recibieron con cierto pesimismo, salía una pieza para incorporar otra, pero el sistema continuaría inamovible, lo mismo que su control y represión. Lo difícil era escuchar la democratización que sería el auténtico sonido del cambio.

Los movimientos actuales se interpretan como si se tratara de un juego circular: el eterno retorno que vuelve cada cierto número de años para remover el interior de los sindicatos o grupos de dominio para que todo regrese a donde mismo. Es la ley de la repetición: los abusos y las decisiones políticas, una y otra vez: salió un corrupto para que entre otro.

Preguntamos si realmente existirá una conciencia con principios éticos en los hombres como los establecidos por la filosofía kantiana en el siglo 18 que señaló el imperativo categórico, y con él, el ideal de una ética de altura: obrar de modo que la máxima de tu conducta pueda convertirse en ley universal, un ideal hoy imposible de sostener.

De aquí la importancia de una verdadera reforma educativa que vincule el pensamiento y la sensibilidad a las formas de vivir, una cultura formadora de un espíritu crítico, capaz de defender la dignidad humana y ofenderse ante la desigualdad; una fuerza que construya la esperanza en un país donde ha dejado de existir.

Eduquemos a los niños y a los jóvenes para habitar el mundo futuro, no para el de hoy.

aleranhin@gmail.com


Publicado en este blog con permiso de su autora.


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