PAPÁ EL TIMONEL
Día del Padre: Ya que enviudé estando mis hijos
muy pequeños, he compartido con los señores papás esa misión de provisión del
hogar, en la que ha habido de todo: En el segundo Día del Padre que pasamos mis
hijos y yo ya sin mi esposo, ellos insistían
en llevarme a la fiesta que la escuela había organizado por el Día del Padre, y
en la que participarían los señores en diversas competencias deportivas. Ya me veía yo echando canastas o metiendo goles
junto con ellos. El primer año, bien lo
recuerdo, estaba tan reciente la muerte de nuestro ser amado, que lo más que
pudimos fue hacer un homenaje familiar muy íntimo y doloroso.
En fin, a
la vuelta de diecisiete celebraciones del Día del Padre, en las que
secretamente sí me siento festejada, corroboro que ser papá no es tarea fácil, y
menos en unos tiempos como los que
estamos atravesando, en los que papá ha debido continuar con su labor como
proveedor, con adicionales presiones del
exterior para proporcionar a la familia una mejor calidad de vida.
Hace treinta
o cuarenta años en las familias había cinco o más hijos, y para todos
alcanzaba. Ropa, juguetes y útiles
escolares iban pasando del mayor al menor sin complicaciones, y del mismo modo,
los más grandes apoyaban en el cuidado y
la crianza de los más pequeños. Sin
embargo la competitividad del mercado redefinió los patrones de comportamiento
familiares, y hoy en día el niño, desde que nace comienza
a participar en infinidad de actividades que lo colocan en el camino para convertirse en triunfador.
Todo ello implica la necesidad de mayores ingresos a las arcas
familiares, y para ello el padre habrá de trabajar aún más, y hacerlo implica
que estará fuera de casa un mayor tiempo.
A pesar
de lo anterior se espera que al llegar a casa papá participe de manera activa
en las cosas de sus hijos cuyo número, por cierto, se ha reducido a dos o
tres. Cada vástago vive ocupado en
cumplir con sus tareas escolares y diversas actividades extracurriculares, y no
hay tiempo para más. Mamá acompaña a
cada uno de sus hijos en todas sus cosas, en una carrera que a ratos se vuelve
de locura.
Bien,
ahora sucede que los hijos, por toda esta serie de factores, pueden volverse los pequeños tiranos que
demandan de los papás un mayor desempeño en sus roles, y el padre que antes
tenía la última palabra en todo, ahora es cuestionado y desafiado. Y así venga molido, colgando la toalla del
trabajo, el hijo espera que lo atienda con calidad VIP, como si se hubiera pasado
la tarde en el sauna.
Otro gran
reto para los padres: Las marcas. Como mencioné,
antes ocurría en todas las familias que la ropa y los utensilios pasaban de uno
a otro hijo, y nadie reparaba en marcas o estilos. Los tenis eran tenis, las camisas, camisas; la
televisión, si había, tenía doce canales, y el único teléfono disponible era el
fijo de casa, y nada más.
Hoy en
día, cuando el padre cae en el juego de las marcas, si pertenece a la clase
media, vivirá tronándose los dedos para abastecer a los críos de ropa de marca,
utensilios de marca, celulares y videojuegos de última generación... Y en el otro extremo, el padre que se niega a participar en este juego del
consumismo, tendrá que estar muy atento para fomentar en los hijos firmes
valores que los lleven a asumir que la
valía de una persona no está en lo que se cuelgue encima, sino en lo que
desarrolle en su interior. Inculcarlo es
algo así como nadar contracorriente todo el tiempo, enfrentando nuevos desafíos
en cada tramo.
Muchos
chicos de hoy padecen el denominado “Síndrome del Emperador”, que incluye un
trato tiránico hacia las figuras de autoridad.
Muchos padres caen en este círculo vicioso, abandonan su potestad, y
terminan bajo el yugo de los hijos. Son
los padres proclives a negar, justificar o defender a capa y espada un
comportamiento inapropiado de sus vástagos, incapaces hasta la ceguera de
reconocer que pudieron haber obrado mal.
Y
hablando de Bullying, son los padres que jamás asisten a una junta escolar,
pero a la hora de los problemas son los primeros que alzan la voz, amenazan y
arman camorra.
Quizás
esto último sea la parte más difícil de la tarea que tienen los señores padres,
enseñar a sus hijos que a pesar de muchas cosas que suceden allá afuera, la ley
de la selva no es la mejor opción para erigir una sociedad civilizada.
Mucho
mérito no soltar el timón entre aguas turbulentas: ¡Feliz día, capitanes!
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