EL HILO INICIA EN CASA
Internet es una vía de circulación de muy variados contenidos,
con escasa regulación, algo así como un ancho bulevar al que tiene
acceso cualquier persona, independientemente de su edad, escolaridad, o salud
mental. A sus contenidos puede conectarse
un niño de cuatro años que aún no sabe leer y escribir.
Quienes hoy ocupamos las posiciones de padres, abuelos o
maestros, no estamos totalmente
conscientes de cuán necesario resulta para nuestros menores que alcancemos un
nivel de dominio aceptable de los medios digitales. No se vale quedarnos en la indiferencia de
decir “a mí no se me da ese asunto de la computación”, presas del temor y la falta de iniciativa.
Los especialistas en medios a nivel mundial se han percatado
de esta necesidad de regular contenidos, particularmente en los temas
relacionados con la violencia.
Actualmente están en fase de revisión diversas normas internacionales
para diseñar procedimientos que permitan regular la difusión de contenidos
violentos, particularmente enfocados a la población de menores de edad. La exposición continua con asuntos de esta índole puede generar en ellos una
tolerancia nada sana, o bien, crear una apología de la violencia, presentando
como modelos a seguir personajes o conductas abiertamente criminales.
En días pasados Google denunció ante las autoridades
correspondientes el caso de un usuario del estado de Texas que había enviado
material asociado con la pederastia. Lo anterior se logró mediante un sistema
electrónico de rastreo de correos electrónicos sensible para determinados
contenidos, en este caso de sexo con niños.
Rápidamente surgieron protestas de diversos grupos en contra del “Gran
Hermano”, exigiendo privacidad y
“libertad de expresión”.
En un mundo que ha venido perdiendo el sistema tradicional
de normas y límites, para dar pie a un profundo relajamiento de conductas, tal
parece que los “derechos humanos” de los criminales buscan posicionarse por
encima de los derechos absolutos de los menores, en este caso aquellos en riesgo por razón de prácticas
pederastas. Surge pues la primera
pregunta, ¿Es válido espiar correos electrónicos…? Aclarando que no es una
lectura que hace un humano del correo de otro humano, sino un sistema de
rastreo como el que se utiliza en los dispositivos que filtran nuestros
equipos. A la que se contrapone la segunda pregunta, ¿Es apropiado echar abajo
este sistema electrónico de vigilancia encaminado a proteger la integridad de
los menores argumentando privacidad?
Otro aspecto de la violencia en el cual es muy necesario
sensibilizar se refiere a la de tipo verbal
tan característica en diversos foros o “chats”. Como dicta el sentido común, nadie puede dar
lo que no tiene, y lo mismo se aplica en las redes sociales, de manera que hay
quien accede a ellas en la mejor
disposición de aportar contenidos positivos, desde recetas de cocina,
reflexiones de diversos autores, consejos, chistes, o imágenes de paisajes, hasta
cuestiones mágicas religiosas que lanza como pócimas o cadenas. Quizá algunos
contenidos no sean de nuestro agrado, o nos fastidian, pero queda claro que la
intención de quien los manda por la red
es buena.
Algo parecido sucede
con quienes utilizan las redes para tratar de dañar. Vuelcan lo que tienen, en este caso
intenciones negativas, y amparados detrás de una identidad falsa, ya sea un
seudónimo o en su calidad de anónimo, se
dedican a “trolear”. Esto es, hallar
invariablemente el punto negativo a cualquier tema, a cualquier personaje, a
cualquier iniciativa; desacreditar, “hacer garras” y destrozar todo aquello que aparezca en la red. Así, de alguna manera cualquiera de estos
individuos puede tomar una imagen que involucre a alguien, manipularla para
contar una historia posiblemente muy alejada de la realidad, y lanzarla a rodar
por el mundo digital.
Así hemos tenido casos de figuras públicas que se han exhibido en las redes sociales de
manera temeraria, en una historia contada por personas que por razones obvias no
estuvieron directamente en el lugar de los hechos para aseverar si las cosas
sucedieron justo como las están presentando en este momento en las redes. El anonimato concede a esos usuarios la
oportunidad de lanzar la piedra y esconder la mano, y contar una historia para hacer el daño sin
correr el riesgo de ser descubierto.
El hilo de la violencia en redes inicia en casa, ahí hay que
trabajar. A los mayores nos corresponde perder el miedo al uso de la tecnología
por computadora y aprender. Por otro
lado, habrá que fomentar ahí, en el espacio familiar el respeto, y la procuración de la
verdad y del bien que tanto necesita nuestro mundo allá afuera.
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