A nadie nos gusta voltear a ver a nuestro México y ver en el espejo el reflejo de un país decadente, que habla de mejoras económicas, de reformas ilusorias que conducen, dicen los que nos gobiernan, a la prosperidad, sin detenerse primero a reformar la sociedad, a oír de hablar sobre combatir la impunidad y la corrupción solo como tema de un discurso electorero, y nunca verlo convertido en acciones, que de una vez por todas nos devuelvan la confianza en que el rumbo de este país puede cambiar.
Dejar de dar al pobre tan solo caridad, fortalecer a las mayorías brindándoles oportunidades de estudio, de vivienda, de salud, haciéndoles sentir que su esfuerzo será valorado y remunerado justamente, que no son una carga para el país, sino por el contrario, una fuerza importante en su desarrollo.
Restituir la dignidad de todos los mexicanos, quitarles esa sensación de continuos beneficiarios de la caridad del gobierno o de los poderosos empresarios.
Quien pretenda hacer resurgir a México debe dejar las armas a un lado, y sembrar esperanza a través de la búsqueda de equidad, de oportunidades de estudio, de empleo bien remunerado, de calidad en los servicios de salud.
Quien pretenda hacer resurgir a México debe dejar las armas a un lado, y sembrar esperanza a través de la búsqueda de equidad, de oportunidades de estudio, de empleo bien remunerado, de calidad en los servicios de salud.
Deben dejar de emplear para lucrar nuestros impuestos, deben reformarse primero ellos moralmente. México es más que lo que estamos viendo de él, ya nos cansamos es cierto, pero nuestro país no va a cambiar por ello.
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