EL CANTAR DEL MIO CHAPO
Difícil resulta, en un México mediático como el nuestro,
sustraerse a la noticia de la captura del Chapo Guzmán y todo aquello que en
poco más de una semana ha venido tejiéndose en torno a su vida, sus fugas,
captura, y primera y segunda recaptura… Y así como en los Estados Unidos se
agotó en la prestigiosa Neiman Marcus el vestido color yema de huevo portado
por Michelle Obama en reciente presentación, de igual manera se ha disparado la venta de
una camisa azul con la que el narcotraficante aparece en una entrevista –por
cierto de pésimo formato—encargada por Sean Penn, y de la que este último ahora
se arrepiente…
En fin, no voy a caer en lugares comunes de los que ahora
desbordan todos los medios al hablar de Joaquín Guzmán Loera, sino más bien quiero
enfocarme a esos aspectos sociológicos que derivan de su captura: Lo que más me
llama la atención es la forma como todos contribuimos a hacer de este
delincuente todo un personaje, como lo que en su momento fue Rodrigo Díaz de
Vivar, mejor conocido como el Cid Campeador.
Ciertamente la obra clásica española del siglo 13 habla de un honorable caballero que ve su
honra dañada, de modo que se lanza a resarcir
aquel honor mancillado. Se trata de un
caballero que finalmente se corona héroe, cuya figura inspira lo que se
considera la primera obra narrativa escrita en lengua castellana. Y para no quedarse atrás nuestro Chapo, en
cuestión de una semana ya tiene romance, corrido, y proyecto de libro y de película, aunque
claro, en los actuales momentos estos dos últimos asuntos tendrán que esperar
un poco para su realización.
Se aprehende un individuo que se había fugado como pececito
en dos ocasiones. No hallo en lo
personal el motivo para celebrar como se
hizo ante la TV, y menos para cantar el Himno Nacional, siendo que se daba
cumplimiento a una causa pendiente con el pueblo. El Chapo nunca debió haberse fugado de
penales de alta seguridad, y reaprehenderlo corresponde al cumplimiento de una
obligación, y punto. Pero nuevamente se
monta el escenario, irrumpen los aplausos, y nuestro primer mandatario asume esa expresión corporal tan suya, que siempre me recuerda las láminas de mi
libro de catecismo, de pasta verde en papel revolución, que mostraban a Jesús
cuando ascendió a los cielos, con los brazos abiertos y las palmas vueltas
hacia arriba, y en el caso de nuestro mandatario como queriendo indicar “ese
mero soy yo”.
Luego de la fiesta
inicial desde Palacio Nacional y el alud de notas, noticias, e imágenes, comienzan
a filtrarse en redes sociales datos que sugieren que una actriz mexicana y un
actor norteamericano se habían entrevistado con el Chapo en fechas recientes, y
aparecen imágenes, videos y parlamentos.
Rápidamente el gobierno federal vuelve las luminarias a este asunto y
manifiesta su deseo de investigar a los personajes del cine para deslindar
responsabilidades. Y a eso se sigue que si el romance, que si los mensajes de
texto, que si los amores previos de Guzmán, que si comen o ayunan, que si hay
un cisne negro entre las mascotas exóticas… Como quien se ha propuesto seguir lanzando
comburentes a la fogata con la firme
intención de que la lumbre noticiosa no se
extinga. Y a modo de cualquier telenovela
en cadena nacional, se trata de ofrecer pan y circo, y si se acaba el pan que
siga el circo, pero el asunto es
mantener la atención de todo un país atrapada en ese asunto del Chapo y los
ánimos colectivos volcados en torno al capo. Y
así como en la obra original del Cid Campeador se aparece el arcángel San
Gabriel, en la entrevista el Chapo
agradece a Dios haberle permitido escapar con bien, hasta que, claro, más delante se le acabó su buena suerte, pero ahí no lo
sabía todavía. Y en este punto tenemos otros
elementos, que si la llamada anónima, que si la inteligencia de nuestra
policía, que si la DEA o la carabina de Ambrosio, para seguir tejiendo la trama de nuestro
antihéroe del que ya se exportan piñatas a los Estados Unidos, mismas que con
seguridad los fans de Sean Penn, quien a estas alturas del partido se siente
traicionado, han de romper con singular
entusiasmo. Y en este mundo de asuntos
al revés, no se toma en cuenta para nada que la razón
del narcotráfico en México obedece fundamentalmente a la elevada demanda por
parte de los primos del norte.
¿Hasta cuándo vamos a bajarnos del tiovivo de la “información
a modo” para comenzar a pensar por nosotros mismos? Claro, el golpe de la caída duele, pero el
país nos necesita a todos enteros y de
pie para escribir su mejor obra.
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