domingo, 20 de marzo de 2016

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



¡Las reglas fueron cambiadas!

En unas cuantas décadas aproximadamente se nos cambió la perspectiva de lo que era formar una familia. Se nos habló de la sobrepoblación y sus repercusiones en el mundo, de la responsabilidad de formar mejor a nuestros hijos, de darles más calidad, "menos hijos para darles más" y así empezamos a transformar nuestra forma de pensar.

Incluidas ya las mujeres en la plataforma productiva y con creciente interés en su desarrollo profesional, y personal, la maternidad quedó también confinada a solo un espacio en la diversidad de sus quehaceres y no en el centro de su atención, habría que compartirla y con suerte hacer de ella la mejor realizada.

Fuimos siendo entonces,o debimos por lo menos serlo, más conscientes de no traer al mundo hijos a pasar necesidades, para dedicarles más nuestro tiempo, para darles mejor calidad de vida en todos sentidos. Ahora, después de dos generaciones que venimos siendo protagonistas de estos cambios, creo que no tuvimos los resultados esperados.

No veo que sufran menos nuestros jóvenes, ni tampoco veo en la mayoría de ellos el reflejo de esta reestructuración que ofrecía ser tan ventajosa.

Veo hijos que siempre exigen más, que le dan poco valor al esfuerzo de los padres y a los que se les provee, con incapacidad en muchos casos de compartir, con intolerancia cada vez mayor a la frustración.

Se convierten en seres que ven a los padres como proveedores y obligados a complacerlos en todas, ya no digamos necesidades, en todos sus caprichos.

Los padres los educamos con tal lástima, que siempre ponemos el adjetivo de "pobrecito", ¿cómo no le voy a dar esto o lo otro,si sí puedo?...para eso trabajamos los dos.

Quizá antes era más fácil negarse, porque realmente no se tenía, y había que compartir entre tantos, que la negación no implicaba culpa alguna.

Veo ahora jóvenes irrespetuosos, irreverentes, con miradas duras y trato prepotente hacia los padres, padres que no alcanzan a tener respuesta ante tales demandas, que perdieron la capacidad de infundir respeto por miedo quizá a perder su cariño.

Al verlos, entonces si digo "pobres jóvenes", proveídos de más de lo que era necesario en todos sentidos, menos en el fomento de esos valores que formaba la cotidianidad, en un mundo en el cual, en generaciones como la mía, todo se compartía, lo material y lo emocional; donde los valores surgían sin que nos los tuvieran que enumerar en la escuela, ni nos los tuvieran que mencionar, porque se vivían a diario. Un mundo donde se aprendía vivir en comunidad sin esa tendencia individualista de la educación moderna en el hogar.. Quizá el mundo estaba mejor en blanco y negro, que ahora que es tan diverso y multicolor, porque no supimos, porque tomamos las reglas equivocadamente, porque nos confundimos y bien lo sé, no fue de mala fe.

Tiempo de hacer recuento de los daños, tiempo de replantear estrategias, tiempo de cambio.

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