TRADICIONES Y CONTRADICCIONES
Estas fiestas decembrinas se hallan revestidas de una magia
muy particular que de alguna manera nos remonta a los años de infancia cuando
las cosas sucedían de forma esplendorosa por causa de la imaginación. Es la temporada del año en la cual permitimos
a nuestro niño interior aflorar de manera natural para divertirnos, cantar,
reír y dejarnos llevar por la algarabía contagiosa y quizás hasta
imprudente, que llega a colocarnos en situación de riesgo. Así es esta
época que de manera folclórica bautizamos los mexicanos: “Maratón
Guadalupe-Reyes” para significar las fechas cuando el espíritu festivo flota en
el ambiente.
Un segundo plano oscuro en torno a estas celebraciones, paradójico
y contradictorio se despliega desde
inicios de mes y tiene que ver con ese mismo afán de festinar, sacando a flote
pulsiones poco civilizadas que afectan la convivencia con quienes no son de
nuestro entorno inmediato. El día de
ayer regresaba de una fiesta al filo de
las once de la noche por una calle angosta de un sector residencial, cuando de
súbito aparece detrás del mío un vehículo que se desplaza a gran velocidad, el
ancho de la calle difícilmente permite que me rebase, y delante hay un bordo
frente al que hay forzosamente que frenar.
Por obra y gracia de Dios en un tramo en particular hubo el modo de que
ambos vehículos cupieran, de modo que pasó a un costado mío sin reducir su
velocidad, y sin frenar en absoluto frente
al bordo, para seguirse de largo, aun
cuando el crucero unos metros más delante le marcaba alto. Para mi fortuna no me impactó, algo que inicialmente
supuse inminente.
El anterior es un
ejemplo de lo que con elevada frecuencia ocurre en esta temporada del
año, cuando en un afán por cumplir con las tradiciones nos aceleramos para
tornarnos impacientes y rudos. Ya que con miras a celebrar el amor más
grande, el de Jesús de Nazaret, hacemos gala de violencia en sus distintos
modos y grados en nuestro trato con aquellos que tienen la mala fortuna de
coincidir con nosotros en la vía pública o en los centros comerciales.
Otra gran paradoja de la temporada es que gastamos hasta lo
que no tenemos (vía líneas de crédito) en comprar de manera poco
reflexiva. Con unos cuantos billetes en
la mano todo se nos hace fácil y gastamos de más, para luego estar lamentándolo
en enero, cuando la excitación de la temporada ha pasado y volvemos a colocar
los pies en tierra firme.
Tradiciones y contradicciones: Ese celebrar de la mano del
consumismo dejando de lado el significado último de la Navidad. Ahora viene a mi memoria una reflexión leída
en algún tratado religioso que habla sobre el nacimiento de Jesús en Belén, y
que en lo particular me resulta hermosa e iluminadora: Siendo Jesús rey de
reyes eligió la cuna más humilde para que ningún hombre sobre la tierra se
sintiera cohibido frente a él. De alguna
manera ese poder de seducción del consumismo nos va envolviendo y convierte las
fiestas en una pasarela glamorosa, barajando elementos propios de ese “tener
para ser” que no guardan relación alguna
con la festividad religiosa que se celebra en estas fechas.
Para quienes no comulgan con el carácter religioso de esta
ocasión, sea de igual modo una hermosa oportunidad para exaltar y compartir los
sentimientos más nobles del ser humano, que tienen que ver con la compasión, la
misericordia y la empatía, en decir “me pongo en tus zapatos y vivo tu realidad
como un acto de amor”. Quizás uno de los
mayores problemas de la comunicación que nos está tocando vivir es que –dentro
del aislamiento que todos desarrollamos—de alguna manera espero que los demás
actúen conforme a mi propio modo de actuar, y como esto no ocurre, se genera una
sensación de inconformidad con esa persona y con la vida. Se nos olvida que los sentidos son ventanas
al mundo a través de las cuales asomarnos y percibir la realidad de los demás,
y no precisamente esperando que los demás vengan a asomarse a ellas para
conocernos. Como dijera Facundo Cabral,
somos una generación de distraídos que no tiene el tiempo o la acuciosidad para
mirar más allá de su propia nariz.
Diciembre: Una época que llama a la auténtica generosidad, a
descubrir a los demás y por un momento obsequiar un gesto de amabilidad, un
detalle de cortesía, un ponernos en los zapatos del otro para regalarle un
momento de aceptación y buena voluntad.
Tradiciones hermosas, gratuitas y enriquecedoras, a través de las cuales
solazarnos. Que podamos crear entre
todos, con propios y extraños, una
calidez navideña que pueble los corazones del mundo de buenos sentimientos, que
tanta falta hacen.
Felices y sanas fiestas para todos. Que concluyamos la
temporada de la mano de una renovada esperanza en la humanidad.
Entiende uno muy bien tu reacción a una situación paradójica. Lo cierto es que mientras se siga--y por cierto que seguira--haciendo de la Navidad un motivo de gastos, las fiestas sufrirán de imperfectas. Predomina la propaganda comercial.
ResponderBorrarAsí es, Santiago, mas no por ello habremos de abandonar la búsqueda del rescate del sentido último de la Navidad.
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