domingo, 29 de enero de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Madurar al vivir conlleva necesariamente dolor. No se madura tan solo exponiéndose al sol, o como los vinos manteniéndose en barricas de madera. Todo implica riesgo en esta vida, desde nuestra concepción hasta que la muerte nos libera de vivir en riesgo.

Conforme el tiempo pasa, nos convertimos en acumuladores de miedos, de prejuicios, vamos perdiendo espontaneidad, y comenzamos a ser actores de nuestra vida, El guión cada vez tiene menos de improvisado, el miedo a fallar, a tener confianza,a dejarnos llevar por instintos o por nuestros sentimientos impone mayor planeación. Miedo a amar, por no querer volver a ser víctimas del desamor, por no probar la miel y terminar con un amargo sabor a hiel en la boca, no otra vez.

Difícil madurar, si madurar conlleva perder la fe, si los miedos se convierten en material aislante que nos impide sentir y nos convierte en envase hermético de incertidumbre.

Madurar, llegar al a plenitud en el desarrollo físico y mental sin sufrir, inconcebible a mi criterio, tanto como lo es el no tener la capacidad de vencer miedos, de reconquistar terrenos perdidos, de encontrar antídotos para todo aquel sentimiento hostil, miserable, que envenena el alma y nos convierte en máquinas humanas insensibles.

Madurar sin que en el proceso perdamos el corazón. Madurar y concebir de manera inteligente la vida,entendiendo que es más absurdo negarse a amar que tomar el riesgo de un intento más,de volver a confiar sin que esto signifique confiar a ciegas.

Madurar es identificar a quienes sean dignos depositarios de nuestro cariño y a su vez, serlo nosotros para aquéllos que deciden poner en nuestras manos sus más valiosos sentimientos.

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