domingo, 8 de enero de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

A RÍO REVUELTO
Quizá lo que más me duele de mi México es la forma como el uso engañoso de la palabra ha distorsionado el sentido de las cosas.
   Para ejemplo tenemos el segundo discurso hueco del presidente EPN con relación a la elevación en el precio de la gasolina, que da la pauta final para considerar que la realidad suya y de la cúpula en el poder es una, mientras que la realidad lacerante de Juan Pueblo es otra, y que más allá de la perorata en  el fondo no le importa en absoluto que la población sufra. Que se solidariza verbalmente pero por supuesto no renuncia a los privilegios que la función pública le otorga de manera sobrada.
   A lo largo de los últimos tres sexenios, pero muy en particular en éste, grandes esfuerzos y presupuestos millonarios se han destinado a crear imágenes como hologramas, que dibujan un México que existe sólo en la imaginación de sus creadores, dinero tirado a la basura, pues quienes vemos esos anuncios simplemente no los tomamos en cuenta.
   No es que EPN y su gabinete estén inaugurando esta forma de comunicación.  Por desgracia queda inserta en un imaginario de palabras huecas que tienden a volverse moneda de uso corriente entre  los mexicanos.
   El sistema nos quiere vender la idea de que el bien y el mal son relativos, y se justifican… Mediante eufemismos se busca  presentar de una manera estética una realidad que en verdad hiede, digamos, se  llama “vacío de poder” a la ineficiencia para gobernar; se denomina “malos manejos” o “peculado” a lo que en realidad es un robo descarado de las arcas públicas. Y así los comunicólogos oficiales  se ocupan de inventar apelativos para acciones inexcusables que bajo el amparo de un término amable quedan –según ellos—justificadas.
   Cada vez en forma por demás descarada los políticos utilizan un doble discurso, se enfocan a la forma desatendiendo totalmente el fondo, este último no les afecta en absoluto, puesto que ellos están más que blindados contra los daños económicos y morales  que en el resto de las familias provocan las alzas. Y ni por un momento dejan de exhibir de manera cínica sus despilfarros como “clase política”.
Claro, quedarnos en la quejumbre no lleva a nada en absoluto, solamente nos sumaríamos a los usuarios de redes sociales que despotrican contra el gobierno, o nos confundiríamos con esos delincuentes a sueldo infiltrados en las protestas callejeras, que se ocupan de desvirtuar el sentido original de las mismas.
De momento lo que nos corresponde es actuar con inteligencia para no convertirnos en carne de cañón.  Que algo se diga “en la tele” o en redes sociales, no necesariamente significa que sea cierto.  Hay que aprender a leer con cierta malicia los contenidos en los medios, preguntándonos quién es el autor de un texto, y  qué intereses puede haber detrás, sobre todo en aquellos mensajes que nos conminan a paralizarnos o nos inspiran miedo.
   Es necesario ir a las fuentes originales.  Por desgracia hay muchas personas que publican en la red cuyo objetivo no es informar sino todo lo contrario, mantener al lector confuso y atemorizado. Es un fenómeno de perversión que siempre me ha llamado la atención como la expresión de un perfil con rasgos sicopáticos, individuos que gozan con generar angustia en los lectores, y que en estos momentos cuando existen intereses políticos detrás de los contenidos en la red,  más se ocupan en hacerlo.
   No nos dejemos amedrentar por mensajes alarmistas, consultemos fuentes confiables, preguntemos a quienes puedan saber más de los hechos relatados.   El potencial de las redes utilicémoslo a nuestro favor, con inteligencia y serenidad.
   El miedo es un estado muy primitivo que se asocia con  la sobrevivencia, y que será de utilidad en el momento necesario.  A través del mismo los seres vivos han aprendido a distinguir condiciones favorables de otras peligrosas, a modo de sobrevivir. No permitamos que nuestro candor nos lleve a caer presas de un miedo colectivo generado por intereses ajenos al bien público, que pudieran provenir de poderes fácticos cuya finalidad es someternos, limitarnos y encauzarnos a discreción.
   Es momento de analizar los problemas del país, estar dispuestos a cumplir cada uno con lo nuestro, pero a la vez exigir verdaderas medidas de austeridad por parte del gobierno.  Ya basta de estar auspiciando funcionarios que no resuelven los problemas de la nación, y que además nos cuestan tanto a los mexicanos.

   No permitamos que a río revuelto salgan beneficiados los que provocan este estado de cosas,  organicémonos como sociedad civil para sacar adelante a nuestro querido México.  Obliguemos a los legisladores a revisar y reajustar partidas presupuestarias de acuerdo a las necesidades del momento, eliminando gastos onerosos. Y nunca  olvidemos que nosotros somos el patrón.

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