domingo, 12 de noviembre de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Nuestra propia vida ocurre de la manera como la percibimos.

No es raro escuchar a alguien decir que no es feliz, cuando para nosotros debiera serlo, porque tiene todo para que así fuera.

Advertimos los sucesos, a las personas de distinta manera. Lo que para unos es tragedia, para otros es tan solo una situación apenas incómoda, intrascendente.

Sorprende a veces como hay personas que pueden sortear más de una vez situaciones por demás desafortunadas y son capaces de sobrellevarlas, admira su resiliencia, su capacidad de no quedarse sumidos en la desgracia e inclusive no solo de ello, sino de ser transmisores de paz, porque dentro de si mismos la tienen y la rescatan a pesar de que la desventura se las haya arrebatado transitoriamente.

Otros en cambio, viven siempre angustiados, desconfiados, sufriendo hasta por lo que no les has pasado, viendo en cada situación una posibilidad de conflicto, en la más trivial, en aquella que a veces ni siquiera sucede.

Cuando se encuentra la armonía entre el corazón y el cerebro, cuando hay paz espiritual, es entonces que la vida se aprecia distinta, y ni siquiera es que ésta sea mejor, es que hemos tomado la decisión de vencer el pesimismo, de no perder la fe, de ver en cada día la mejor oportunidad de reencuentro con el amor, con el perdón, con la paz interior, que nos permita sobrellevar nuestra realidad, sin que nos arrebate nada ni nadie la esperanza de que pueda mejorar.

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