domingo, 4 de noviembre de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

No le temo a la muerte, más le temo a la vida, decía a la letra la canción de Antonio Aguilar. Y concuerdo con ello, quizá hablando de mi propia muerte, porque cuando se refiere a la de mis seres queridos debo decir que me aterra siquiera pensarlo, y haberlo vivido ha sido causa de mis mayores sufrimientos.

El temor a la vida no debiera existir, sin embargo ésta cada día pareciera tener menos valor, ya se hablan de pérdidas de vida y no hay número que nos estremezca, ni forma por vil que sea que nos sorprenda. Poco a poco nos vamos convirtiendo en seres menos sensibles, cuyo foco de atención es más el crecimiento económico que el espiritual, mucho más importante la devaluación del peso que de la integridad humana.  Es tema prioritario un aeropuerto y no la compasión por aquellos pueblos tercermundistas, como el nuestro, que van siendo presa de la desesperación de vivir en extrema pobreza y en un éxodo que parece tan irracional, tan sin sentido, y que implica muertes, violencia, disturbios sociales y que despierta sentimientos xenofóbicos, no vemos más allá de lo que los medios nos muestran. Difícil creer que por unos pesos se lance una muchedumbre a una faena en la que arriesgan la vida, y si así fuera, habrá de dimensionar la miseria que los rodea para ser capaces de aceptar tal oferta.

En estos tiempos en que la modernidad nos ha hecho tan fácil reponer las cosas, en conceptuar todo, incluso el amor como material desechable, que se tira y se remplaza, hemos llegado al punto en que quizá nos cruce por la mente que es más fácil matar o dejar que mueran los indigentes, que ocuparnos de mejorar y restaurar su entorno. Estamos dirigidos al crecimiento y no al desarrollo como humanidad, permitiendo que unos cuantos construyan el mundo a su manera, para su conveniencia y siendo partícipes de ello con nuestra anuencia. Nos es difícil dejar de pensar en nuestro bienestar, y llegamos a ser tan ingenuos que vemos en un aeropuerto la oportunidad de llegar a ser un país del primer mundo. Me pregunto ¿cuántos mexicanos lo llegarán a ser, 3. 5 ó quizá 9? 

Vivimos pensando que el mundo es un desechable, pero no hay reemplazo, ni tampoco lo hay de nuestra vida, ni de las de nuestros semejantes. no hay a donde huyamos, estamos atrapados en este mundo, en esta vida, por eso hay que aprender con amor a cuidarlos, a respetarlo, a que la bolsa de valores que rija nuestras vidas no sea mercantil, sino espiritual y no para unos cuantos, para toda la humanidad.

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