domingo, 13 de enero de 2019

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza

En un escalón --cualquier escalón de acceso a algún comercio  que a esta hora aún  no abre-- se halla el hombre.  Es joven, aún así en su figura se condensa el México iluso de muchas épocas, formado por hombres y mujeres  que han soñado con cristalizar un  proyecto de vida  allende la frontera.
     Su indumentaria es gris, o tal vez así me parece.  Bajo la  cachucha están contenidos aquellos sueños  que todos tenemos derecho a albergar, amén de la condición social de cada uno. Sueños que llegan a alcanzar tal intensidad  que  no se borran ni con la muerte.  Sueños que se heredan como parte del legado familiar, de generación en generación.
     No alcanzo a ver sus ojos,  en este momento él  tiene la mirada baja, puesta en ese plato que sostiene entre las manos, mientras conserva  ambos  codos apoyados sobre los muslos. A pesar de no existir conexión directa de su  alma con la mía,   su sola expresión lo dice todo, mientras   devora  con fruición algunos tacos.  En cada bocado parece estar comiéndose al mundo, con un hambre vieja   de justicia.
     La actitud de un ser humano mientras come, sobre todo si  lo hace en soledad, transporta  mi fantasía a los primeros meses de existencia de cualquier ser vivo, cuando  succionar la leche es lo que le permite sobrevivir, estableciendo de este modo su conexión con el cosmos.  
     ¿Cuántos hombres grises, cargados de sueños bajo la cachucha  de viajero, se hallarán esta misma mañana haciendo una pausa en ese vital cruce de caminos? ¿Cuántos finalmente  lograrán cristalizar dicho anhelo, que a ratos sabe  a río y otros más a triunfo;  que puede   calar como el   desprecio, y  que tantas veces lleva  impregnado un  olor a muerte… ¿Cuántos podrán conseguirlo al final del día...?

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