domingo, 24 de febrero de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

NUESTRA TRIUNFADORA
Esta semana se conmemoró el Día de la Lengua Materna, ocasión para exaltar nuestras raíces originales.  Para estas inusuales ocasiones nos permitimos sentir que al menos un eritrocito  de los aproximadamente 5 millones que circulan en nuestro torrente sanguíneo  corresponde  a la raza de bronce que nos dio origen.   Los restantes 364 días para muchos congéneres pareciera que la sangre de nuestros pueblos  originarios representa una mácula que hay que lavarse con ácido muriático, si fuera necesario.  Así de ridículos llegamos a ser  ante nuestro incuestionable mestizaje que en realidad, de forma venturosa,  vuelve al  México donde nacimos en  un territorio rico y variado, y a nuestros pueblos originarios parte de aquello que nos coloca en el mundo.
     Hoy se llevará a cabo la ceremonia de los Premios Oscar que todos esperamos con particular expectación.  Quienes consideramos que Yalitza Aparicio representa el arte mexicano, lo  viviremos  emocionados, invocando al espíritu de Metztli, la diosa-luna,  para que ella sea la acreedora de la estatuilla dorada como mejor actriz protagónica.  Algunos otros estarán siguiendo el evento  ataviados con alguna de las indumentarias propias, ya de la ignorancia histórica, ya de la envidia histriónica.  Tal vez profiriendo vocablos groseros  para   desacreditar una carrera actoral que no por corta o por sorpresiva,  deja de ser profesional.  Uno de esos personajes  fruncidos y amargosos, de apellido Goyri  llamó a nuestra nominada “lavaplatos” (en castellano antiguo), seguida por el vocablo “india” (origen del  cual Yalitza está muy orgullosa). Aunque quiso luego justificarse, imagino que esta noche tendrá  color de  “culebra verde áspera norteña” y se abstendrá de comer palomitas, por aquello del ahogo.  Pero ya vimos que nuestra Yalitza  está vacunada contra esos males.               
     ¡Qué pena da –como mexicanos—que conozcan más sobre nuestra historia muchos extranjeros, o que hayan visitado  más museos nacionales que nosotros,  de la inmensa oferta cultural que México  tiene!  Lamentable que haya quien llega a suponer  que entre más  clara la piel o más rubio el cabello, la persona tiene un mayor valor. ¡Ay, ay, ay! ¡Cómo pesa la ignorancia!  Pero así es la mentalidad televisiva que va borrando una a una las circunvoluciones cerebrales, hasta dejarnos un cerebro pulido y brillante, resistente a la función original de pensar.
     Me congratulo al descubrir  que el cine mexicano esté destacando como lo ha venido haciendo en los últimos años.  Orgullosa de una raza de bronce que sabe utilizar los rasgos de origen en su labor creativa.   Feliz del reconocimiento que se viene ganando a nivel mundial gracias a las ciencias, las artes y la tecnología.   Nuestro México emprendedor, que se las ingenia para resolver un problema valiéndose de aquellos elementos que tiene a su alcance.  Una nación que –cuando se lo propone—es capaz de alcanzar la meta más alta.  Maravilloso descubrir que en la variedad  radica nuestra riqueza como país, porque encasillarnos en determinados arquetipos  nos lleva a perdernos gran parte de lo que hay para disfrutar.
      Antes del advenimiento de la fotografía digital, los personajes eran representados por fotografías impresas, y previo a ello, por simples esbozos o pinturas al óleo.  Fue así como imaginamos a conquistadores, literatos, músicos o gobernantes.   En el mejor de los casos alguna mascarilla mortuoria definía con mayor precisión los rasgos del difunto; aun así había distancia entre la captura de su rostro tras la muerte, y lo que hubieran sido sus expresiones mientras vivió.  Pero finalmente la imagen no era lo más importante, sino su obra, aquello por lo que hoy en día conocemos a un Goethe, un Da Vinci o un Beethoven.  El oficio llevado a un nivel de excelencia que ha vuelto a esos personajes inmortales.  En este tenor: ¿Qué importaba su color, su estatura o la fineza de sus rasgos…?
     La tecnología digital es eminentemente visual.  Lo que importa es la imagen, la foto, la apariencia.  Es necesario desarrollar otro tipo de valores de mayor trascendencia para “dar el brinco” y tomar en cuenta  aspectos que están  más allá de las meras apariencias.   Es una tarea de  traspasar lo exterior para entrar en contacto con la esencia del ser, y de este modo valorar a la persona por lo que es; por lo que aporta a la historia universal; por lo que le lleva a trascender.  El concepto de belleza es de lo más relativo en tiempo y en geografía; por su parte los valores universales sí son eso, elementos que mueven al ser humano independientemente de la época y de  la latitud  en que le toca vivir.
     Yalitza: Desde mi pequeño espacio va toda la buena vibra.  Desde ya eres una triunfadora.

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