domingo, 31 de marzo de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Se vendió la casa de mis padres, mi casa, la casa de mi familia, nuestro hogar. Ahí donde quedaron vivencias, donde si los muros hablaran seguro se contaran historias multicolores de vidas que compartimos días aciagos, días afortunados, risas, llantos, juegos, enojos, pero siempre con aroma a un profundo amor que se nos inculcó y con el que se nos crió.

Ya la que fue nuestra casa, no es más un hogar, pero mantiene para los que la habitamos, la disfrutamos, la vivimos metro a metro, un significado que perdurará por el tiempo que la memoria y la vida nos permitan conservar.
Desprendernos de ella, es dejar atrás parte de lo que nos identificó como familia, que nos dio la oportunidad de tener un techo que cobijara, una mesa donde encontrar alimento, una cama para reposar y sobre todo el amor, la solidaridad y  unos padres que mantuvieron los lazos de hermandad entre nosotros seis, para darnos esa identidad que nos hace sentirnos orgullosos, y que ha trascendido más allá de esas paredes, que nos permitió ser individuos que saben ver más allá de sus necesidades, que sin egoísmos y a pesar de que cada uno ya ha formado su propia familia, no olvida que la palabra hermano tiene un significado que tiene permanencia, que implica responsabilidad, que nos mantiene unidos porque nuestra convivencia fue siempre basada en el respeto, en el amor.
Ser hermanos es muchos más que tan solo consanguinidad, es compartir más que los genes, un interés por el bienestar del otro, un compromiso que se cumple no por obligación, sino por amor.
Se vendió nuestra casa, pero nuestro hogar no es susceptible de cambiar de dueños, permanece en cada uno de nosotros, es pertenencia que nos acompaña, con nostalgia y agradecimiento, decimos adiós a la que fue nuestra casa, con el deseo de que sea un espacio para nuevas historias, que como la nuestra sea digna siempre de ser contada.
Gracias papás por habernos dado identidad de familia, por haber hecho de esa casa el mejor refugio para nuestras almas.

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