domingo, 20 de septiembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 Matías y nuestro México

La emergencia sanitaria ha detonado cambios en nuestra forma de actuar, posiblemente no alcancemos a medir en qué grado lo ha hecho. Hemos adoptado hábitos, gestos y modos de reaccionar, que hasta inicios de este 2020 nos hubieran resultado hasta absurdos.

Con relación a la vestimenta, quienes hemos tenido la oportunidad de permanecer en casa, podemos trabajar utilizando ropa cómoda.  Hay quienes la acostumbramos de forma habitual y hay quienes, por razón de la contingencia, pasaron del traje ejecutivo de oficina a la comodidad de un atuendo deportivo, tal vez combinado con una blusa o camisa formal, en caso de atender alguna videoconferencia, para no romper con los arquetipos tradicionales. Aquí aplica el principio de que nuestra sociedad se basa mucho en indicadores como la imagen o la jerarquía, para aquilatar los contenidos.   Lo vemos de forma diaria en política, con frecuencia damos el peso a las palabras conforme a quién las dice, y no conforme a qué dicen éstas.  Se aplaude y festeja la figura más allá que el mensaje.

Las redes sociales han constituido, en buena medida, una válvula de escape para dejar salir esa presión que, de otra forma, nos dañaría dentro.  Ocupar el tiempo en subir muñequitos, oraciones, recetas, canciones y memes, es una forma de autoafirmación.  Es un pase de lista  diario frente a la vida, un sacarle la lengua a la muerte y decir “no me alcanzas”.  Detrás de todo ello está la consuetudinaria negación de nosotros, mexicanos, a la muerte, un hecho sistemático para todos los vivos y que tarde o temprano habremos de afrontar.

Aplicarse en mandar contenidos que nos ocupan y liberan, puede ser  sano para quien lo lleva a cabo, pero no necesariamente para quien recibe el alud de mensajes, al punto de que podría agotar la memoria de nuestros equipos.   Dentro de los diversos contenidos hay algunos maravillosos, que hablan por sí solos para indicarnos la grandeza del ser humano. Aquí quiero mencionar uno extraordinario.

Esta semana tuve acceso a un video en el que abordan a Matías, zacatecano de mediana edad y de condición humilde.  Lo entrevistan un par de youtuberos quienes –se infiere—ya tenían conocimiento de su mente privilegiada. Comienzan por plantearle operaciones matemáticas que él va resolviendo al hilo, una tras otra.  Más delante le piden que enliste los nombres de los presidentes de México, y da la secuencia completa desde Guadalupe Victoria hasta el actual. Sorprende la naturalidad con que se expresa frente a la cámara.  Desconozco, y quisiera saber, qué habrá sucedido después de concluir la grabación.  Confiemos en que se lleven a cabo acciones que permitan a Matías sacar  provecho de su don, sobre todo que se le dé tratamiento digno y respetuoso, evitando convertirlo en un elemento circense en redes sociales.

Este 2020 ha desvelado grandes deficiencias de nuestro sistema de gobierno.  Entre ellas muchas en el sector educativo.  Si las clases son en modalidad virtual, habrá que garantizar que cada alumno tenga acceso seguro, confiable y gratuito a un equipo digital.   En lo personal me quedé fascinada con Matías, tratando de adivinar la historia detrás suyo: ¿Hasta qué año estudió? ¿Tiene esa memoria privilegiada para todas las materias? ¿Le gusta leer? ¿Qué lee? Confiemos en que algún especialista que radique en esa población pueda respondernos estas dudas, y, sobre todo, dar seguimiento y apoyo al desarrollo integral de Matías.

Venimos atestiguando que esta pandemia viene sacando, tanto lo mejor como lo peor de los seres humanos.  Aunque –habrá que señalarlo-- también se presenta esa dualidad tan nuestra: Aparecemos frente a la cámara con una presentación impecable, de traje ejecutivo, peinados y –en su caso—maquillados, aunque tal vez estemos en ropa interior o en pijama, de la cintura para abajo.   Esa misma dualidad se expresa en  foros, o en  chats, cuando detrás de nuestras grandes expresiones de indignación y apoyo hacia una causa, yace una molicie inamovible.

¿Cuántos “Matías” estarán perdiendo oportunidades de aprendizaje, por falta de tecnología? ¿O porque la situación económica familiar los aleje de la escuela? ¿Cuántos genios verán canceladas sus oportunidades de desarrollo profesional en esta emergencia sanitaria?  ¿Cuántos toman sus clases en  sitios públicos que ofrecen Wifi gratuito?  Los problemas en el camino pueden significar una dificultad insalvable o una plataforma de despegue.  La diferencia estriba en la actitud con que nos plantemos frente al problema, como guerreros o como víctimas. Nuestro país necesita emprendedores dispuestos a hacer un cambio con los recursos personales.  De tal solidaridad hay ejemplos maravillosos dentro de la sociedad civil. Nuestro amado México mora en el centro del pecho.

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