domingo, 22 de noviembre de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Durante estos días he tenido en tres ocasiones serias dudas acerca de si debiera ser preocupación la pobreza. A través de videos y de fotos muestran a grupos originarios de África , en condiciones de miseria muy palpables, ejecutando danzas con gran destreza y mostrando mucha alegría al hacerlo. Una foto que pudiera ser de cualquier lugar de nuestro país, exhibía aun grupo de niños, que se divertían utilizando una vieja sandalia como si fuera un celular y se tomaran una "selfie".
     Una amiga me mostraba unos tarros cerveceros con imágenes de tarahumaras, fotos reales, que "adornaban los tarros" la imagen me produjo una sensación de dolor, de culpa, de malestar que quise explicarle a mi amiga. Yo no era capaz de tener grabada esa cara preciosa de los rarámuris, sin sentir que era un pueblo tan desamparado, al cual se le utilizaba más como elemento de decoración, atractivo turístico o para sentirnos identificados con una etnia a la cual ni siquiera conocemos realmente.
Mi amiga intentó convencerme de que no sufriera por eso, que ellos eran "felices" en su hábitat y que sí se les brindaba apoyo, solo que ellos lo gastaban en vicios, pero así -insistió- son felices.
No intenté siquiera rebatirle la idea, era trabajo arduo, y estéril, supuse. Creo que pocos pensamos en que sin necesidad de que los indígenas abandonen su hábitat, son susceptibles de ser dignificados y no tan solo rebajados a considerarlos una etnia sin valores, sin aspiraciones, sin voluntad ni mejores posibilidades, más allá de vivir bajo efectos de la droga y el alcohol. Tal concepto me pareció miserable.
     Ver todo esto me produjo un efecto contrario al de la mayoría que lo compartíamos. Sentir que de verdad consideramos que esa gente en pobreza extrema no requiere de más para ser feliz,  hasta el punto de hallar envidiable su capacidad de serlo tan fácilmente. Me pareció estar evadiendo una realidad con una errática percepción de felicidad, porque la verdad, ninguno de los que compartíamos esas imágenes seríamos felices en esa situación y viviendo con tantas carencias.
     Si esto fuera cierto, sería un alivio a mi conciencia, porque finalmente en la historia de la humanidad la mayor industria ha sido la que fabrica pobreza. Hay tantos y exigen tan poco; ahora, si además consiguen ser felices, cosa que la gente ambiciosa, que acapara la mayor parte de las riquezas de este mundo no logra hacer, no tiene sentido cambiar el rumbo.
     No todos sabemos encontrar la felicidad en pequeños detalles, sigamos utilizándolos a ellos, a la gente pobre, como incentivo.  Quizá nosotros necesitemos un artefacto un poco más sofisticado y costoso que una vieja sandalia, para lograr una emoción comparable. Lástima, me digo, ¡no somos pobres!

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