LATIDO VITAL
Distinto valor toman las cosas
en el fragor de la tormenta.
Momento que nos llama a hacer un cambio:
Desviar la mirada, vernos al espejo,
escudriñar el propio ser
en la desnuda soledad de mí conmigo.
El hoy nos atrapa entre pasmo y congoja
Frente a un mundo
invivible.
Vuela mi mente en hilvanar historias, armar interrogantes,
espantar demonios.
Tengo el alma prendida a los sentidos:
Escucho decir al padre --su voz quebrada, la mirada brillosa--
que hoy por fin le van
a permitir, después de tantos días,
ver al hijo enfermo a través de un cristal.
Sueño tantas noches insomnes albergado, el mejor presente,
la ilusión más grande.
Más allá nuevos huérfanos
en duelo
por la madre
muerta:
No pudieron abrazarla en vida. Hoy tampoco podrán acompañarla,
cerrar círculos. Posar en su mejilla de vuelta el beso primigenio
que de ella recibieron
al nacer.
El espacio se colma de besos prófugos, naves sin puerto…
Me quema el dolor flagelante
del escéptico
quien, desde una Terapia Intensiva, entre sofocos,
lamenta su insensatez. Advierte a otros imprudentes.
Duele la leyenda rasgueada en un trozo de papel:
“Te amo a ti y a mis hijas.
Me van a entubar, amor”.
Gritos sordos de un silencio obligado para no morir.
Hoy es tiempo de los
grandes pequeños signos.
Un reencuentro que nos vuelve humanos
en un balanceo constante entre amor y dolor,
donde las banalidades de otros tiempos
son latido vital.
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