domingo, 18 de julio de 2021

Reflexión de una madre por Karla Berenice Torres Tamez





Parque Acacias. Santi de 4 años y un niño con parálisis cerebral en silla de ruedas.
—Mamá, el niño que está ahí, viendo los juegos, ¿no puede caminar?
—No puede, Santi.
—¿Me das permiso de ir a jugar con él?
—¡Sí claro! — confieso que seguí a mi hijo con extrañeza, imaginando a qué podría jugar. Yo estaba incluso nerviosa, porque no sabía de inclusión, (en el discurso sabemos muchas cosas, pero en la práctica todos somos ignorantes). No supe qué hacer y me limité a observar.
—¿Cómo te llamas? — el niño de alguna manera intentó ver a Santi, a pesar de sus movimientos accidentados, hasta que hicieron contacto visual y sonrieron los dos.
—Se llama Ángel Miguel. — respondió la mamá con un brillo en la mirada.
—¿Quieres jugar? ¿A la pelota? No te preocupes yo te enseño, es muy fácil. — frases más, frases menos por estilo, Santi siguió su monólogo, asintiendo como si entendiera los balbuceos y se comunicaran en un lenguaje secreto, el lenguaje de los niños.
Tomó la pequeña pelota que apenas y cabía en su manita, la arrojó sobre las piernas de Ángel quien no podía tomarla. Santi le tomó una mano y le puso la pelotita, ésta resbaló. De inmediato, Santi con sus manos (y seguramente con mucha fuerza) envolvió la mano del niño alrededor de la pelota.
—Ángel, aprieta, fuerte, siente la pelotita. Yo también batallé. — Lo soltó y el niño permaneció con la pelota, volteó a ver a su mamá y luego a Santi. Hasta que la lanzó de vuelta a su nuevo amigo.
Así empezaron a jugar un rato, Santi arrojaba a sus piernas la pelota, el niño lograba tomarla y la lanzaba de nuevo. Todos estaban felices.
La señora miró con un sollozo a Santi, y le dijo;
—Dios te bendiga, has hecho un milagro.— Santi en esa época no sabía de milagros, ni bendiciones y seguramente ni de Dios. Entre la confusión, optó por regarle la pelota, para que siguiera practicando en casa.
—No señora, el milagro se hizo en mí. Mi hijo y Ángel me abrieron los ojos, me quitaron prejuicios. He sido una tonta. —Acaricié la cabecita del niño y le di un beso en la frente.
Gracias Ángel Miguel.




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