domingo, 26 de junio de 2022

Reconocimiento a los sacerdotes masacrados, escrito por Martín Solares




Veo con profunda indignación que el día de ayer asesinaron cobardemente a dos sacerdotes jesuitas: a los padres Joaquín Mora Salazar y Javier Campos Morales. Se necesita mucho valor para trabajar de por vida con aquellos que carecen de lo esencial y que luchan para obtenerlo.

El padre Joaquín Mora pidió explícitamente servir en ese tipo de colonias o comunidades en cada uno de los estados en los que vivió en Tamaulipas o Chihuahua. Por ello se ganaba el respeto de por vida de cualquiera, como nos ocurrió a sus alumnos.

Nunca le conocimos más de un puñado de camisas, y quizá apenas dos pantalones, siempre desgastados, pues si alguna familia le obsequiaba algo de ropa, de inmediato la distribuía entre las personas de la colonia que adoptó.

Por más que amara Tamaulipas, siempre soñaba con regresar allá. Sus historias resaltaban lo apartada que se hallaba esa comunidad, cuán urgente era pedir medicinas para ella de manera rutinaria, y sobre todo, de su manera de vivir lo sagrado, que sólo se aprecia en ese lugar.

Era amigo de la lectura, pero sobre todo de un libro, que lo acompañó siempre: la célebre autobiografía de Christy Brown, el joven que logró sobreponerse a la parálisis cerebral para comunicarse con los suyos.

Sus alumnos recuerdan la voz del padre Mora, leyendo morosamente cada una de las palabras que componen ese libro, como si fueran escalones que conducen a un sitio mejor.

Personas como los padres Joaquín Mora o Javier Campos no abundan en este país. Costará mucho encontrar a dos personas como ellos, dispuestos a dar su vida por un desconocido que llegó a pedir ayuda, perseguido por un sujeto armado.

Tomado del Twitter @martinsolares con autorización del propio autor.

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