domingo, 13 de noviembre de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CONSTITUCIÓN Y DEBER CIUDADANO 
 Justo por estas fechas estamos conmemorando el inicio de la Revolución Mexicana en 1910, tiempos cuando el hartazgo de la población, en sus distintos niveles, llevó a procurar un cambio por la vía armada. La gesta se prolongó hasta 1917. Un punto de quiebre ocurrió en 1913 con la firma del Tratado de Guadalupe, que desconocía al golpista Victoriano Huerta cuya influencia, muchos años después, llevó a Rodolfo Herrero a asesinar al Barón de Cuatro Ciénegas en el escarpado Tlaxcalaltongo, en el estado de Puebla, un 21 de mayo de 1920. Viene lo anterior como una efeméride, así como para expresar mi sentir respecto al descontento ciudadano que se vive hoy en día. Se percibe en el ambiente y es expresado en formas violentas en distintos momentos, desde las grandes manifestaciones populares que devienen en golpes y pintas, hasta en hechos cotidianos que ocurren en cualquier crucero, en sitios públicos sin importar su giro. Este modo de proceder da cuenta de la carga emocional que hemos venido soportando. Inicio por algo que me tocó atestiguar de primera mano: Me aproximé a un crucero de los que hay muchos en esta ciudad fronteriza. No tienen una vía preferente, sino que los conductores de norte a sur, así como de oriente a occidente, tienen un señalamiento de alto. Ello me simpatiza, pues favorece la cordialidad entre conductores; cada uno trata de respetar y hacer respetar el derecho de vía, y todos contentos. Lo que voy a relatar sucedió en el curso de la semana: se toparon en un crucero dos vehículos, uno de la CFE y el otro una 4X4 doble cabina, modelo reciente, sin placas. La camioneta institucional alcanzó el crucero fracciones de segundo antes que la 4X4 y avanzó. El conductor y el pasajero del vehículo de modelo reciente, hasta donde alcancé a ver jóvenes, aceleraron a lo largo de varias cuadras tratando de cerrar el paso a la camioneta oficial. Fueron no menos de cuatro cruceros donde trataron, una y otra vez, de interceptar a la brava. El conductor del vehículo de CFE se percibió sereno en todo momento. Finalmente, llegados a una avenida principal, el conductor de la 4X4 desistió, dando un arrancón hacia el poniente de aquellos de Dios guarde la hora. En algún momento llegué a pensar que los jóvenes pudieran sacar algún arma, cobijados por el anonimato de la ausencia de placas automotoras. Cruzó por mi mente cómo habría reaccionado yo si hubiera sido mi vehículo al que acometieran. Otro caso que coincide en tiempo es el de una mujer cuya falta de control de la ira ya la ha vuelto famosa en redes sociales: La primera vez ocurrió dentro de una institución bancaria: iracunda por no haber sido atendida como ella esperaba, dio al traste con equipo electrónico y parte de las instalaciones del local. Esta vez fue en un negocio de comida para llevar, en donde algún detalle del platillo que le sirvieron la llevó a aventar este a los empleados de mostrador, dispuesta a salir muy indignada del lugar. Este y algún otro caso similar ocurrido en otro restaurante, con otra clienta, mismo patrón de comportamiento, me lleva a pensar que algo nos está fallando en el manejo de la ira; en recordar que pertenecemos a una comunidad que cierto, tiene derechos, pero a la vez deberes. Y que no es posible ir por el mundo sintiéndose Nerón o la reina de Saba, sobre todo en un país que desde 1917 es poseedor de una Carta Magna, una Constitución que desglosa, punto por punto, lo que son nuestras obligaciones ciudadanas, tanto entre nosotros como frente a las instituciones que nos gobiernan. Tal vez cosas como estas han ocurrido desde siempre, sin embargo, no era muy manifiesta la conciencia ciudadana de hacer valer nuestros derechos como conductores o como prestadores de servicios, y ahora, con la difusión a través de redes sociales, estos hechos quedan evidenciados. Por nuestra propia salud mental y la de nuestras familias, necesitamos aprender el control de la ira y no despotricar cuando algo no resulta como quisiéramos. Desde los niveles más altos de la pirámide hasta los ciudadanos de a pie, todos hemos de aprender a convivir de manera armónica, más allá de nuestras diferencias personales. La Constitución, que costó tantas vidas y una lucha pertinaz por parte de la generación de nuestros abuelos, no es letra muerta. Está ahí para normar nuestros quehaceres ciudadanos. Para determinar y hacer respetar nuestros derechos y deberes. Tenemos la plena y absoluta facultad para manifestar nuestro desacuerdo, en la medida en que lo hagamos por la vía civilizada. Los exabruptos están fuera de lugar para dirimir nuestras diferencias. Por encima de ellas hay una ley que nos corresponde respetar a todos, por un México de instituciones, ordenado y progresista.

1 comentario:

  1. Muy cierto Carmelita.
    Hay que acudir a la Manifestación, ( la obligación) … y por un México libre……( nuestro derecho )👍✔️

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