domingo, 13 de agosto de 2023

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hace unos días me hablaban de un joven médico que llegó a dar una consulta en domicilio, muy bien preparado, eso que ni que. A la hora de solicitarle el número de su celular para tenerle al tanto del caso, él se negó arguyendo que era su cumpleaños.

Uno no lo puede creer, pero esto no es sino un caso de los muchos que ocurren con las nuevas generaciones de profesionistas, como con muchas otras situaciones, en la profesión de médico se notan más por la naturaleza de la misma. Sin embargo esto no es más que el resultado de una nueva era de jóvenes que han accedido a mejor nivel de vida, en donde ya son menos hijos y por lo tanto la atención de los padres y los recursos, se dividen entre dos o tres hijos cuando mucho.

Los padres hemos aprendido a darles todo, a que nada les falte, a satisfacer sus necesidades y sus caprichos incluso. A no permitir que nada les preocupe, que nadie los toque ni con el pétalo de una rosa. Elasticidad en la disciplina, queremos que los traten en las escuelas como si fuéramos nosotros mismos o mejor.

Les hacemos sentir el centro del universo y el universo mismo, a veces más compensados en lo material que en lo emocional. Protegiéndolos más de los demás y del mundo exterior, que de nosotros mismos y de su ambiente familiar.

Los tratamos con lástima, cualquier restricción la consideramos exagerada e injusta, "pobrecitos" --decimos-- y cualquier consecuencia, porque ya no existen los castigos,  resultan demasiado para la falta, así haya sido apenas lo que se ameritaba.

Les damos cada vez más, les exigimos cada día menos, la elasticidad de los límites de la educación es tal que lucen ya deformados.

Los padres quieren ser amigos, formadores de hijos que sean totalmente felices, que no sufran, que no tengan carencia de nada material. El cariño se ha traducido en sobreprotección y en convertirnos en padres proveedores, que no piden nada a cambio, a veces ni siquiera respeto.

Los jóvenes han aprendido a ser ellos primero, luego ellos y al final todo lo demás, y no tiene la culpa el indio... Hemos creado a unos seres ególatras, y hemos reemplazado firmeza, dirección, respeto, autonomía, templanza y espíritu de servicio de nuestros hijos. Los hemos suplantado para protegerlos en lugar de hacer lo que con nosotros hicieron nuestros padres al darnos las armas, las herramientas necesarias para la autodefensa, para la convivencia, para el desempeño de nuestro oficio, para tomar nuestras propias decisiones, para ser útiles a la comunidad.

Esto que escribo, no es para ti, para ti madre o padre que si has procurado que tu hijo se temple, que le has enseñado el valor de dar y no tan solo de recibir. Para ti que lo has criado con amor y no con lástima, para ti que has tenido claro que tu hijo no es una prolongación de ti mismo. Has luchado por su autonomía y porque no se convierta en un ególatra, un egoísta que viva solo para si mismo.

2 comentarios:

  1. Esta es la realidad que estamos viviendo y observando en todos los niveles sociales que se olvida con frecuencia las normas sociales y morales tanto en niños adolescentes y jóvenes maduros

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