A PARTIR DE VARGAS LLOSA
María del Carmen Maqueo Garza
Los latinoamericanos nos encontramos de plácemes por hecho de que el Nobel de Literatura 2010 haya recaído en la persona de Vargas Llosa a quien consideramos más peruano por nacimiento que español por adopción. Aunque viéndolo bien, vamos a compartir el gusto y la alegría con los hermanos de la Península Ibérica, de modo que todos los hispanoparlantes podamos sentir que una porción milimétrica de dicho galardón es nuestra, como lectores que acariciamos con nuestra mirada la palabra escrita en todos sus estilos y formas, e igual gozamos un anuncio escrito a mano que anuncia “reparasion de calsado” en un pueblo perdido del noroeste de México, que las sobrias palabras que hicieron de Octavio Paz el poeta de las sesudas reflexiones que aún dentro de sus conceptos acerca de la vida, del amor y de la patria, supo sembrar bellas palabras que aún después de su muerte vienen floreciendo en blancas rosas de paz.
Entonces, saber premiado a Vargas Llosa, el lúdico que a través de su magnífica prosa nos pasea, ora divertido ora severo, por los distintos parajes tan nuestros, empezando por la Amazonia peruana, es sentirnos premiados nosotros también.
Esta nominación me lleva a una reflexión muy personal que ahora deseo compartir: Hay Nobel de Economía; lo hay de Medicina y de Química, de áreas del conocimiento objetivas, medibles y precisas. Pero por otro lado hay Nobel de Literatura que suele recaer en aquel autor o autora que más dignifica al ser humano integral a través de sus escritos. Del mismo modo hay Nobel de la Paz, otorgado a esa figura pública que trabaja de manera incansable por la paz mundial en su más amplia acepción. De estos dos últimos, ni el uno ni el otro tienen que ver con la Macroeconomía, con indicadores bursátiles o con índices de inflación; todo lo contrario, reconocen la labor humanitaria a favor de los valores universales, esos que abogan por el trato digno e igualitario para todos los seres humanos, con el derecho a la vida, a la salud, a la educación y a la expresión.
Bajo esta óptica me resulta maravilloso que otorguen el galardón este año a un escritor que es más reconocido a nivel mundial por su prosa que por su postura política, lo que ha llevado al peruano a ser recriminado por sus detractores. Pero como prosista, dueño de un lenguaje florido y rico, que contagia las emociones al lector, nadie puede hablar mal, pues es excelente, y justo por ello está siendo premiado.
Cuando coincido con grupos de personas y les escucho conversar, me doy cuenta de que no están hablando de las elecciones del 2012, ni de cómo amanecerá el precio del barril de petróleo mañana. Los sorprendo hablando invariablemente de terceras personas, y de alguna manera saltan como conejos desde su conversación frases como “le dije”; “yo creí”, y algunas otras, que señalan el rumbo que viene teniendo dicha conversación. En pocas palabras, los seres humanos estamos necesitados de tener con quien platicar de nuestras cosas personales y cotidianas, sin falsas posturas, pero son tantas las veces que no conseguimos un interlocutor que simplemente esté dispuesto a escucharnos. Y surgen enquistamientos, y nos encerramos, y nos sentimos mal.
El sentimiento del ser humano es un campo listo para ser cultivado de manera constante; llevar hasta él otros sentimientos, palabras, gestos, ideas… y a la vez desechar aquellos elementos que venidos del exterior buscan lesionarnos. Cuánto se nos olvida esta gran verdad, cuánto la evitamos, la subestimamos, y hasta parece que queremos esconderla tras argumentos fríos y técnicos, cuando en realidad debiera estar danzando en el calorcito generado por dos voces que confluyen en un mismo punto del espacio, y ven nacer el milagro de la comunicación.
Felicitamos a Vargas Llosa; felicitamos al pueblo peruano, en particular lo hago yo con mis hermanos de Arequipa, región de origen del escritor. Nos felicitamos como lectores, por tener la oportunidad de leer tanta buena literatura sin gastar nada, acudiendo a las bibliotecas del estado. Y finalmente me congratulo porque la Academia Sueca conceda año con año un lugar prioritario a los asuntos humanos, al momento de otorgar los premios en las áreas sociales.
Sea entonces ésta la mejor ocasión para reivindicar al ser humano como merecedor de los más altos distingos. Que ello nos motive a todos en nuestros propios radios de acción, para fomentar un trato digno y justo a otros seres humanos, independientemente de su aspecto, de su posición social, o de su nivel de conocimiento. Que por hoy campee la buena voluntad entre pueblos y naciones, para hacer de nuestro planeta lo mejor que pudo haber sido aquel lejano día, cuando la vida comenzó a abrirse paso.
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