domingo, 11 de septiembre de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza. Sep/11

UN  PROBLEMA,  UNA  SOLUCIÓN
¡Bendita tecnología!  Ésta es una de las  ocasiones   cuando me congratulo de la maravillosa oportunidad que nos brindan las telecomunicaciones para presenciar en tiempo real grandes acontecimientos.  Cuando esto inicio han pasado unas horas de haber asistido de manera virtual a la conferencia que impartió Su Santidad el Dalai Lama desde la ciudad de Monterrey, en el  contexto  del Encuentro Mundial de Valores 2011.
   “No violencia de adentro hacia afuera”.  Desde que tuve conocimiento del título de su plática, y a pesar de conocer en algún grado la filosofía personal del Dalai, no dejó de intrigarme el modo como iría a  abordar un problema tan espinoso del México actual.  Lo que sí puedo decir es que luego de 118 minutos de escucharlo a todos nos quedó una alegría y una paz interior muy particulares; podría decirse que terminamos convencidos de que el problema de la violencia en nuestro país tiene una solución real, asequible, ajena por completo a las armas, y que es responsabilidad de cada uno de nosotros comenzar a trabajar  para alcanzarla.
   La sensación general frente al monje tibetano fue, que si es tan fácil  comunicarnos por la vía sencilla,  no tiene sentido complicarnos tanto con formalidades y distingos que no hacen más que erigir barreras, alejarnos y aislarnos.
   Comenzó hablando de las características esenciales que nos unifican como humanos, y de las características secundarias que nos diferencian; esto es, todos tenemos un corazón y una mente como elementos comunes, y a partir de allí comienzan a surgir las diferencias: De sexo, de edad, de color, de credo, de nacionalidad, que constituyen las características secundarias….  Si  nos orientamos a destacar  estas características secundarias, difícilmente vamos a llegar a un entendimiento.
   De inmediato salió a relucir la palabra que en mi particular opinión ha distinguido la trayectoria del Dalai Lama: “Compasión”.  Habló de  asimilarla no sólo como piedad sino como respeto por las características propias de cada cual, lo que permitirá que se reduzcan las emociones negativas y aumenten las positivas.
   “Si tu actitud interna es fuerte, lo exterior va y viene pero no te tumba, pues todo puede manejarse.  En cambio si tu actitud no es sólida vienen el malestar, la suspicacia, el miedo, el odio, y todo ello conduce a la enfermedad del entramado social”.   Nos invitó a desechar el egocentrismo procurando  la calidez de sentimientos en lugar del interés personal como tal.
   El punto central de su charla fue el desarrollo de lo que él llamó “una ética moral laica” que parte de los valores humanos que se aprenden en familia. Para algunos es a través de la religión, para otros es mediante un código de ética ciudadana, pero en ambos casos la orientación va en el mismo sentido, hacia la visión general de hacer de nuestra sociedad un hogar saludable.
   Fue muy claro en un concepto: No es posible que un servidor público sea religioso y a la vez corrupto,  ambas características  son contrarias y se excluyen mutuamente.  Para entenderlo estableció un marco teórico muy útil: El concepto de moralidad es individual; el concepto de legalidad es universal, y finalmente la ética la determina el grupo social.  La ley establece que no debe haber corrupción pero la hay, puesto que la moral del individuo es una cuestión personal.
   A pregunta expresa de una niña quien le cuestionaba qué corresponde hacer a los niños para evitar la corrupción, Su Santidad se refirió a que el enfrentamiento de los problemas en búsqueda de una solución debe hacerse por la vía del diálogo espiritual, y que los niños constituyen la generación del siglo veintiuno.
   Otro punto  clave en su plática  fue atribuir la falla en la prevención de la violencia al sistema educativo, tanto a la educación informal en casa, como a la formal escolarizada.   Habló  de la necesidad de educar el cerebro y el corazón para el logro de una visión que nos permita emprender la construcción de un hogar saludable para todos.
   Con respecto a la educación en casa fue muy claro, si el niño sufre  de abandono o de abuso, desarrollará un miedo que  no le permitirá aspirar a la paz.  Además se refirió a las drogas y al alcohol como  el vano intento de ese  individuo por llenar  dicho hueco emocional.  Si un perro o un gato doméstico responden favorablemente al buen trato de sus dueños, cuánto mejor habrán de responder los seres humanos al amor de los padres.  Propone entonces tomar  con seriedad los recientes conocimientos que determinan la relación ya comprobada entre emociones y funcionamiento corporal, particularmente del sistema inmunológico.
   El verdadero cambio para Latinoamérica depende de nosotros,   desde nuestra paz interior.  Una despedida clara y simpática: “Yo ya me voy, a ustedes corresponde resolver el problema”.

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