NUESTRA PROPIA NOVELA
Me recuerdo a los nueve o diez años una mañana, posiblemente de sábado, o durante algún período vacacional, hurgando en la biblioteca de mis padres, en donde di con un ejemplar de “La Divina Comedia”. Era una edición antigua pletórica de grabados que ilustraban los distintos pasajes de la travesía emprendida por el propio Dante hasta el encuentro con su amada Beatriz en el Cielo. Lo que más me impresionó fue la representación de la Ira en el Infierno, tanto que a poco más de nueve lustros de aquella lectura aún recuerdo el grabado de la Laguna Estigia con humanos ahogándose en sus propios desechos. Por alguna razón aquel sobresalto literario de mi infancia regresa a mi mente cuando enfrento situaciones inéditas que sugieren que el corazón del hombre comienza, como aquellas figuras de los grabados, a ahogarse en sus propias deyecciones. Durante las últimas semanas varios asuntos han atrapado mi atención en este sentido; por momentos me pregunto qué ha sucedido en el corazón de individuos de proceder tan abyecto, provisto de una descomunal y perversa carga de violencia.
El primero de estos asuntos que me turban corresponde a un video que ya dio la vuelta al mundo para vergüenza de todos los mexicanos. Bajo el título de “Las damas de Polanco” capta a un par de mujeres intoxicadas por alcohol y/o alguna otra sustancia, en el momento cuando son detenidas para ser sometidas a la prueba del alcoholímetro. Quien grabó el video las llama con singular sarcasmo “damas”, siendo este el calificativo más lejano para tales mujeres con lenguaje de arrabal, que denuestan con vulgaridad escatológica a los agentes del orden. Parece que de las bocas de una y otra saltaran sapos y culebras cada vez que las abren, tambaleándose en plena calle.
El segundo corresponde a la tragedia ocurrida días atrás en una escuela primaria de Ciudad Juárez justo durante la hora de salida. Unos uniformados van siguiendo a un supuesto delincuente, éste se halla próximo al plantel, y aún así los uniformados siguen disparando hasta abatirlo, sin tomar en cuenta el riesgo mortal en que estaban poniendo a escolares y padres de familia. Sobre la banqueta quedó el cuerpo del supuesto delincuente, en tanto algunas madres de familia que esperaban a sus niños resultaron heridas, pero la tragedia pudo haber sido muchísimo más grave.
Por su parte en una estación radiofónica capitalina el locutor Ángel Verdugo durante una transmisión en vivo hace un llamado a los radioescuchas a atropellar y matar ciclistas, partiendo del razonamiento de que su presencia en la vía pública entorpece el tráfico. “Los conmino a que si ven esta nube de langostas, láncenles el vehículo de inmediato, no les den oportunidad de nada, aplástenlos para ver si entienden”. Actuación que se empareja con la de dos elementos de Seguridad de Neza, que cuelgan del astabandera del propio edificio de Seguridad a un perro callejero, según ellos movidos por el propósito de enseñarle al animal que no debe acercarse al edificio.
¿De dónde nace ese odio terrible por la vida? ¿Son estos individuos los autores del estado de cosas que todos estamos padeciendo, o son las miserables víctimas del mismo? Porque una cosa es a todas luces cierta, sus hechos demuestran que no tienen la capacidad para diseñar conductas inteligentes o dignas. Busco visualizar al niño que está detrás de cada uno de ellos, e identifico a un niño altamente resentido, que considera que quienes le rodean se merecen lo peor, y que luego se encarga de ver que lo obtengan…
¿Sería así de terrible su infancia? ¿Tendrían una madre que no supo sembrar en ellos ni una pizca de amor a la vida? ¿O serán huérfanos?... Resulta terrible descubrirnos de repente rodeados por individuos que como fieras heridas, sólo atinan a responder con el ataque ante cualquier estímulo del exterior.
Como ciudadanos ya estamos cansados de ver cómo se atropella la dignidad de las personas dentro de nuestro amado territorio nacional. La lucha contra el crimen organizado deja entrever una obcecación de propósitos que frisa con el genocidio, lo que a su vez ha derivado en una mayor descomposición social, y que además no tiene visos de resolver el problema de raíz. Empantanados como en la Laguna Estigia, a merced de la incapacidad técnica de nuestras autoridades, que aunada a la corrupción ensombrece aún más el panorama.
Dante Alighieri escribió su inmortal obra con un propósito moral, pero en buena medida lo hizo para exorcizar sus propios demonios. Si volviera a nacer se asombraría de ver cómo el mundo actual empata sus peores pesadillas… Por último habría qué preguntarnos cuándo comenzaremos a escribir la urgente novela ciudadana que ponga fin a los demonios que nos tienen sometidos.
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