En alguna ocasión leí que todos, tenemos durante la vida ciertos momentos de locura donde no medimos las palabras ni las acciones y podemos cometer errores imperdonables.
Hago este comentario por las declaraciones que uno de los responsables del terrible acontecimiento suscitado en el casino Royal de Monterrey que costó la vida de 52 personas inocentes que nunca se imaginaron que iban a encontrar la muerte de esa forma tan trágica. El sujeto utilizó la siguiente frase: “Se nos pasó la mano…”
Entiendo que cualquier droga puede ser el detonante para cometer actos de locura, pero tiene que haber existido en el pasado de esas personas muchos otros momentos de locura.
Se nos pasa la mano como padres consecuentes cuando un niño dice frente a sus padres alguna palabra altisonante y es celebrada con una sonora carcajada y puede ser ese momento de locura que detonará muchos otros más.
El momento en el que como padres nos olvidamos de hablar directamente con nuestros hijos, ganarnos su confianza y poner límites en los momentos precisos y sin miramientos.
Toda esta violencia que padecemos empezó en un hogar. Ahí se forjan personas amables o déspotas, honestos o corruptos, sinceros o mentirosos y amorosos o violentos. Siempre hay en el pasado algo o alguien que fue el autor intelectual de tener hijos capaces de cometer las peores atrocidades y dañar irremediablemente la vida de miles de personas que lo único que buscan es trabajar dignamente y en paz, simple y sencillamente porque como padres se les pasó la mano por buenos, ausentes, indiferentes o consecuentes.
Reitero mi indignación al igual que muchos de ustedes hermanos de Coahuila, Nuevo León y México entero, ante todo lo que está sucediendo y creo que es el momento de analizar que estamos haciendo para fomentar el amor y evitar la violencia en familia.
La madre Teresa en varias ocasiones utilizó una frase que me llega profundamente en estos momentos. Probablemente lo que hago es apenas como una gota en el océano, pero sin esa gota al océano le faltaría algo.
Por eso te comparto esos momentos en los que se “nos pasa la mano” y podemos ser participes para formar hijos delincuentes.
1. Controlemos y manejemos asertivamente nuestra ira.
Reconozco que todos tenemos el derecho de expresar lo que sentimos y que el enojo es una emoción natural, pero ¡hay niveles! El problema no es el enojo sino cómo me enojo y delante de quién lo hago. Es la forma en la que ya por hábito tenemos para explotar por todo y por nada. Golpeamos puertas, herimos con la palabra, maldecimos y no falta quien dañe físicamente a quienes más quiere. Lo mas terrible de este tipo de acciones es que siempre habrá mas de un par de ojos observando nuestra forma iracunda de reaccionar y probablemente somos, sin saber, ejemplos a seguir.
2. Controlemos las ganas de quejarnos continuamente.
Entre más me quejo mas formo una energía negativa en mi ambiente que tarde que temprano contagia a todos a mi alrededor. Contagiamos de amargura y mala vibra a quienes nos rodean y fomentamos sin querer la cultura de la mediocridad de vida. Reconozco que en este momento todos tenemos motivos para quejarnos, pero saber donde, como y con quien es lo que marca la diferencia.
3. Evitemos palabras y acciones basadas en la mentira.
Mi padre me decía frecuentemente que el que miente en lo pequeño puede mentir en lo trascendente. Con qué facilidad podemos mentir para salir de un problema simple y con esa misma facilidad podemos acostumbrarnos a utilizar la mentira para todo. Mentir es un acto basado en la deshonestidad y vale más decir una verdad sutil que una mentira piadosa. Querer aparentar lo que no es y lo que no somos es aprendido desde los primeros años.
4. Evitemos evadir nuestras responsabilidades.
Desde niños tenemos responsabilidades, y evadirlas continuamente es el primer paso para la actitud mediocre. Así como existen padres desconsiderados que explotan a sus hijos trabajando o pidiendo limosna para su beneficio, los hay que causan daños mayores al hacerles y darles todo lo que piden o exigen. ¡Las cosas se ganan! decía mi abuela continuamente. ¡La ociosidad es la madre de todos los males! Entiendo que mucho ha tenido que ver las pocas oportunidades que hay para que existan miles de “ninis” que se convierten en presas fáciles para participar en la delincuencia, pero también sé que de entre esos miles de “ninis” existen quienes por irresponsabilidad de sus padres y de ellos mismos están como rémoras de sus mismos padres o de la sociedad. La responsabilidad se fomenta en el día a día, diciendo claramente qué se espera de cada quien y si no se cumple se limitan los beneficios y punto.
5. No justifiquemos continuamente la mediocridad y el mal comportamiento.
He sido testigo en varias ocasiones de justificaciones increíbles de madres o padres que defienden a capa y espada a sus hijos agresores en la escuela. A niños que desde pequeños muestran agresividad en sus acciones y justifican con frases como: “es la adolescencia”, “es que no vive con su papá”, “es que trabajo todo el día por eso es así” “es que todos los profesores que ha tenido no le han sabido enseñar y han sido injustos con él, por eso reprueba siempre” “es que los amigos de la cuadra son los que lo sonsacaron”. Excusas más o excusas menos pero justificamos continuamente a quienes desde el principio muestras señales de que algo anda mal en sus vidas.
Me duele la indiferencia en la familia, la corrupción e impunidad que vivimos, el exceso de basura visual a la que nuestros hijos están expuestos tanto en televisión como en internet, y la poca responsabilidad que manifiestan quienes tenemos la gran fortuna de formar hombres y mujeres de bien. Que estos acontecimientos nos ayuden a ser más conscientes de la labor que todos tenemos. A ser profesionales en lo que hacemos incluyendo en formar una familia con valores y virtudes de los que en un futuro nos sintamos orgullosos.
Sé que todo esto pasará porque tengo una fe inquebrantable y fomento diariamente en mi la actitud positiva. Pero sé también que todos tenemos que pregonar ahora mas que nunca con el ejemplo para fomentar una cultura basada en el amor que todos merecemos.
Parece que hoy comí gallo, pero me uno a las voces de miles de mexicanos que amamos la paz.
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