Por escrúpulo de conciencia, preferimos ver a la pobreza como una virtud.
En la realidad, la pobreza extrema encanija el cerebro de los niños.
Envilece los sueños y llena de un resentimiento social casi incurable.
La virtud es la humildad, y ésa va lo mismo con la pobreza que con la prosperidad.
La pobreza es problema de todos, no sólo de los pobres que la padecen.
Es tema de justicia social, de equidad en las oportunidades.
Combatir la precariedad es, para los prósperos, como comprar un seguro de vida.
El bienestar, bien repartido, alienta el espíritu de superación, no de desquite.
jvillega@rocketmail.com
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