UNA NAVIDAD DIFERENTE
Dentro de la riqueza de vocabulario que manejamos
en México, el denominado “Puente Guadalupe-Reyes” se ha convertido en un
elemento antropológico que llegó para quedarse. El período de tiempo que inicia
con la festividad de la Guadalupana el día 12 de diciembre, casi coincidiendo
con el pago de aguinaldos, y que viene a concluir con la Fiesta de Reyes el 6
de enero, se distingue por ser una época
de fiesta, religiosa en sus orígenes, pero que a la vuelta del tiempo ha adquirido muchos rasgos profanos, y que no
pocas veces deriva en lamentables escenarios.
Año con
año el saldo de daños a las familias mexicanas
va desde dolores de cabeza cuando llega enero y nos topamos con que hay
que hacer una cantidad no prevista de pagos, hasta dramáticos casos de dolor y muerte. La combinación de alcohol y volante siempre
ha sido muy riesgosa, tanto para el conductor como para sus acompañantes, así
como para terceros que pueden ser embestidos o arrollados por un individuo que
maneja un vehículo automotor en estado
de intoxicación etílica.
Una vez
más el sentido común nos aconseja que actuemos con moderación, pero tal parece que
al paso de los días desatendemos a la prudencia, y solemos terminar en excesos
de diversa índole y cuantía, que luego habremos de lamentar.
Hoy más
que nunca es momento de volver al sentido original de las fiestas decembrinas;
sacudirnos los oropeles del consumismo y
asomarnos con ojos de niño a esas pajas donde nace el Niño Dios con la promesa
de vida eterna para todos los cristianos.
Comenzar
a asumir esta época como la más apropiada para retomar los valores familiares;
apartarnos de la frivolidad e ir al reencuentro de los seres queridos
hasta lo más profundo. Reafirmar lazos, rescatar
y afianzar raíces, tender puentes, derribar muros.
Hacer una
llamada a ese amigo del cual nos hemos distanciado; compartir un rato con aquel
familiar que de otra suerte la pasaría solo; juntos traer a la memoria
recuerdos de las personas amadas que se
nos han adelantado en el camino.
Cambiar
la consigna de “comprar” por las de “compartir” o “crear”. Romper esa costumbre de gastar y gastar para
demostrar algo que en esencia no tiene nada qué ver con el dinero.
Más allá
de una intoxicación etílica con sus consabidos riesgos, por esta vez orientarnos
hacia una convivencia sana, divertida y sensata.
Las
mejores cosas en esta vida son gratuitas, y de nosotros depende utilizar la
imaginación para descubrirlas y aprovecharlas al máximo.
Los recuerdos
que mejor conservamos a la vuelta del tiempo tienen qué ver con cómo nos
sentimos en un momento dado, y no tanto con qué tan costoso haya sido ese regalo
que recibimos.
El
sentido profundo de las fiestas: Dar gracias al cielo por un año más de vida;
por una salud tal, que nos permite estar festejando en estos momentos.
Contar
nuestras bendiciones en términos de familia y amigos. Saber que somos afortunados de tener un hogar
confortable y comida en la mesa.
Agradecer
a la vida que contamos con la oportunidad de elegir qué hacer y cómo
llevarlo a cabo, en un clima de libertad que muchos otros envidian.
Reconocer
cuan privilegiados resultamos en muchos
aspectos por vivir en un clima de paz y estabilidad suficientes para sentir el
gozo de estas fiestas.
¡Somos
tan afortunados de tantas maneras! Sin embargo son muchas las veces cuando
nuestra cortedad de visión no nos permite visualizarlo.
Vivimos
en un territorio pródigo en riquezas naturales, con una flora y fauna que
muchos otros países quisieran poseer.
Tenemos
diversos patrimonios arqueológicos, históricos, culturales, gastronómicos,
artesanales y artísticos, tantos que no nos alcanzaría toda una vida para
abarcarlos por completo.
Y quizá
lo más grandioso de nuestro pueblo: Contamos con la familia como eje de todo
cuanto hacemos, desde el nacimiento hasta la muerte. Ella nos acoge y arropa, nos alienta, se
alegra con nuestros éxitos, y está allí para consolarnos en nuestros fracasos.
Difícilmente llegamos a sentirnos aislados, pues aun en los casos cuando
no exista una familia biológica próxima, el afecto facilita el desarrollo de lazos por adopción.
Hagamos
de ésta una Navidad distinta, trascendente, profunda y renovadora. Una fiesta que nos permita crecer como
personas y como sociedad; una celebración que nos mantenga a salvo de
accidentes con su lamentable secuela de heridos y muertos.
Extendamos
una mano; ofrezcamos el hombro; prodiguemos
sonrisas; regalemos palabras y abrazos.
Vayamos a engrandecer los lazos entre hermanos limando asperezas,
disolviendo diferencias, y procurando la tolerancia.
Y, por
supuesto, para honrar a ese Niño Dios que nace, compartamos un poco de lo nuestro
con los que menos tienen y más necesitan.
Una
Navidad diferente: El mejor regalo para todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario