domingo, 22 de diciembre de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

NOCHEBUENA Y ALGO MÁS
La Navidad está aquí.  De una u otra forma nos hemos venido preparando para  la ocasión, y aun quienes no  somos grandes consumidores habremos destinado determinada suma de dinero para la celebración, lo que  a la larga genera preocupaciones. Esta mañana desperté al filo de las cuatro  haciendo un repaso de pagos que habrán de hacerse en fechas próximas.  Por más que  di vueltas en la cama, a partir de esa hora y hasta las seis cuando definitivamente opté por prepararme un café y hojear el periódico, fue imposible volver a conciliar el sueño, entre  pensamiento y pensamiento. Siempre he considerado que un buen baño ayuda a resolver cualquier problema, o al menos despeja la mente y espanta muchas preocupaciones.  Y así fue, luego de un regaderazo las cosas empezaron a aclararse,  y pude al fin diseñar algunas estrategias para  sacar adelante la economía del hogar.
   Un rato después, y mientras comenzaba a repasar los pendientes  que hay de aquí a la Navidad, me entero casi por casualidad, de que un gran amigo está pasando por una situación muy delicada de salud.  Son de esas noticias que llegan de golpe cuando nadie las espera, y de una u otra forma vienen a cimbrarnos; hubo la oportunidad de entrar en contacto con la familia del amigo, y por diez o quince minutos echarme un clavado a la situación que están atravesando.  En ese lapso  reviví  un trance difícil de salud  por el que atravesé yo  al lado de mis hijos hace ya casi cinco años, y esta vez, escuchando a la familia de mi amigo pude volver a vivir aquella situación como si ocurriera justo ahora.   Desde esa perspectiva mis preocupaciones actuales, y las finanzas, y los apuros se volvieron del tamaño de un ajonjolí, y honestamente me sentí mal conmigo misma y con la vida, por afanarme en problemas que ahora resultaban casi frívolos.
   Es algo que quise compartir con ocasión de la Navidad: ¡Cuánta emoción empeñamos y cuánta más desperdiciamos en asuntos de poca trascendencia!   Vivimos acostumbrados a lo inmediato y preciso, y esperamos que nuestros deseos se cumplan de manera puntual en tiempo y forma.  Hay una amplia gama de comercios que están allí para satisfacer cada capricho, en el tamaño, sabor, forma o color que deseemos.  La tecnología nos permite tener acceso de forma instantánea a cualquier música, a cualquier video, a cualquier información.   Ello nos ha convertido en consumidores tiranos que esperamos que se cumpla en este momento y en este lugar cualquier cosa que podamos desear.
   Partiendo de ello probablemente queramos para este año una Navidad en azul y plateado, ¡ah! Pero ha de ser el azul que imaginamos, en la forma y el diseño que concebimos en nuestra mente, si no, no.  Y queremos cenar trufas de Périgord y pierna española, y un vino borgoñés, y unos quesos suizos y una  tarta de la Selva Negra. El capricho puede ser mayor o menor, y la frustración otro tanto, y si no conseguimos aquello que queríamos, justo y como lo planeamos, nos ponemos de malas, o nos enfermamos, y hacemos toda una tragedia de un asunto tan absurdo como éste.
   Pensemos por un momento en aquello que es en verdad trascendente; disfrutemos lo que tenemos, pero sobre todo el don de la vida con sus vicisitudes y retos; el gozo de tener una familia que nos acompañará en la Nochebuena, así sea comiendo tacos.  Lo verdaderamente importante no está en lo externo; no se trata de gastar y gastar; no se trata de encapricharnos y rezongar.  El mejor regalo  para la ocasión es un abrazo, una mirada de ésas que dicen tanto, una risa compartida.  Nunca nada que se compra en una tienda va a alcanzar a reemplazar la alegría de estar juntos, de  albergar ese calorcito en el centro del pecho que solo se siente cuando compartimos un sentimiento mutuo.
   ¡Qué privilegiados somos esta noche! Pudimos haber muerto este año, pero aquí estamos.  Tenemos entusiasmo, tenemos compañía, comida sobre la mesa… ¿En verdad necesitamos otra cosa para sentirnos afortunados?...
   Ahora que he vuelvo a vivir aquella sensación de incertidumbre de hace cinco años, cuando no sabía qué iba a pasar conmigo en los siguientes meses, reafirmo mi convicción de ser una  privilegiada por tener vida, salud, familia, y la oportunidad de disfrutar cada día, de crear, y de proponerme hacer algo por la pequeña parcela que me ha tocado atender mientras viva.
   Los invito a que demos gracias por lo que cada uno tiene, y elevar una plegaria por quienes pasan una noche difícil en los hospitales, en las prisiones, en los frentes de batalla. Que el amor del buen Dios los cubra y fortalezca  hoy y siempre.

   ¡Feliz Navidad!

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