domingo, 22 de diciembre de 2013

Zapatos para el cielo: Anónimo

Faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de las fiestas. Los comercios de la ciudad lucían los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. 

¿Por qué vine hoy? --me pregunté, en tanto intentaba avanzar por los abarrotados pasillos.

Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabia que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las largas filas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serian por lo menos 20 minutos de espera.

Frente a mí avanzaban dos niños, el mayor de unos 10 años y la pequeña como de 5 . Él estaba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, quizás unas 3 tallas más grandes. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados.

Su hermana lucía como él,  su claro cabello estaba enredado alrededor de su cabeza, dando un aspecto como de aureola. Ella llevaba cuidadosamente entre las manos un par de zapatos de mujer dorados. Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos.

Al llegar a la caja registradora, la niña colocó los zapatos sobre el mostrador con gran delicadeza, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo al tiempo que dijo:  $6.09. El niño puso sus arrugados billetes sobre el contador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Solamente consiguió reunir $3.12. 

"Ni modo, tendremos que devolverlos, volveremos por ellos  otro día, cuando hayamos juntado lo que nos falta". La niña dibujó en su rostro un gesto de desencanto, y pude ver cómo sus ojos se tornaban brillantes por las lágrimas, en tanto decía a su hermano: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos".

-Volveremos a casa trabajaremos un poco más y vendremos a comprarlos; no llores, vamos a volver.- Sin tardar yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Me sentí como una tonta con mi carro cargado de cosas inútiles que probablemente quienes los  recibieran ni siquiera iban a apreciar, frente a los chiquillos harapientos que  habían estado esperando en la fila por largo tiempo, con la ilusión de la compra.

Después  de todo era Navidad.

Después de entregar a la cajera el  faltante para la compra, sentí cómo un par de menudos brazos  rodeaban mis piernas con un tierno abrazo, al tiempo que  una voz decía: "Muchas gracias señora".

Aproveché la oportunidad para preguntarle que había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña con sus grandes ojos redondos me respondió:

"Mi mamá está enferma y pronto se irá al cielo. Mi papá nos dijo que se irá antes de la Nochebuena para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se  verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"

Mis ojos se inundaron al ver una lágrima asomando de aquellos hermosos ojos, para luego bajar por su rostro, y seguir su camino hasta ir a estrellarse en el suelo. 

Desde el silencio ensordecedor de aquel inmenso bullicio que ahora, ante aquella escena había dejado de tener sentido,  di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas en esta Navidad.

Texto que circula en Internet. 
Editado para el blog desde http://www.aciprensa.com/navidad/zapatos.htm

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