MORELOS Y LA PATRIA
En mis cuarenta años como columnista hay dos fechas a las
cuales habitualmente no logro sustraerme para escribir: Las fiestas patrias y
la época navideña; para el resto de fiestas soy más selectiva, si hay algo que
me mueve en torno a ellas escribo, si no, dedico mi columna semanal a otros
temas.
Llega septiembre con la parafernalia con motivo de las
fiestas de Independencia. Atendiendo a lo señalado por Morelos en su obra “Sentimientos
de la Nación”, desde un principio se ha conmemorado el 16 de septiembre “como
el día en que se levantó la voz de la independencia y nuestra Santa libertad
comenzó” (sic). Fecha que tuvo una celebración a toda pompa en 1910, con motivo del Centenario, siendo
presidente Porfirio Díaz. Del
Bicentenario no podemos expresarnos con tanto entusiasmo, más bien recordamos
con pena aquel monumento a la corrupción llamado “Estela de la Luz”.
En este año, como es
habitual, con varias semanas de anticipación las principales avenidas de las
poblaciones grandes y pequeñas se adornan con banderas tricolores por cuya compra no se escatiman presupuestos. Recorren las calles vendedores ambulantes que
portan toda suerte de artículos para la ocasión, banderas, bandas, rehiletes,
gorros y carteritas, entre otras muchas piezas que se fabrican, una parte en
nuestro país y otra parte en oriente, pero claro, para festejar las fiestas
patrias y las de Guadalupe, no importa si los productos están hechos en Taiwán.
Del mismo modo prolifera la venta de pirotecnia con sus
consabidos accidentes, producto de la ignorancia o la imprevisión, y se
organizan vendimias de platillos que exaltan la identidad nacional, desde los
nachos de Piedras Negras hasta los tamales de bola chiapanecos. Asimismo se dispara el
consumo de bebidas embriagantes y el lógico incremento en accidentes viales y
violencia intrafamiliar. Ahora sí que
vivimos la patria a profundidad, para volver a descuidarla en cuanto pasa la
ocasión.
Patria: “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente
ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.” (RAE).
Me gustó este concepto que involucra conocimiento, sentimiento y
raigambre cultural, y que habla sobre algo que debiera llevarse muy
dentro. Sin embargo cuando entornamos la
mirada en derredor, no es difícil descubrir que algo se ha perdido en el camino
desde 1810 a la fecha, y que aquellos valores por los que los próceres de la
Independencia estaban dispuestos a dar la vida, ahora parecen en gran medida confinados a los idearios
y a los museos.
José María Morelos y Pavón expresó un pensamiento que finalmente
fue su sino: “Morir es nada cuando por la patria se muere.” Morelos es un
personaje que en lo personal me cautiva; su entrega humilde que lo llevó a hacerse
llamar “siervo de la nación”, y su convicción absoluta por alcanzar esa idea de
nación con la que un grupo de inconformes soñaban al grado de arriesgar su
integridad, su patrimonio y hasta su propia vida. Las cavilaciones
me llevan a imaginar qué esperaban ellos
como resultado de aquella lucha, y si el México actual los dejaría satisfechos,
o acaso los decepcionaría.
Y hablo de la patria en todos los sentidos, desde la forma
como los ciudadanos hemos descuidado nuestra lengua, hasta lo poco que atendemos
nuestro patrimonio natural, histórico o meramente urbano: Somos proclives a
tirar basura por no caminar tres pasos hasta donde está el basurero; nos da por destruir la
naturaleza y las obras del hombre.
Probablemente sean los jóvenes quienes más destruyen de manera activa,
pero nosotros los adultos nos volvemos cómplices con nuestros silencios
ramplones.
La delincuencia se dispara cuando un individuo se siente con
derechos sobre la propiedad de otro individuo, y actúa para apropiarse de
aquello que no es suyo, y quizá lo hace con lujo de violencia, como descargando
quién sabe qué rabia contenida. Y se
actúa en contra del concepto “nación” cuando se violenta la vida e integridad
de otros seres vivos en aras de una autoafirmación enfermiza.
A otros niveles, deja de honrarse a la patria cuando se
asume la función pública como el premio
mayor de la lotería, y se ejerce como
caja personal para beneficio propio, y luego pretende utilizarse la mentira, del modo más cínico,
para eludir cualquier responsabilidad.
Difícilmente puede valorarse y cuidarse aquello que no se
conoce, aquello que hace grande a una nación.
Las fallas que todos tenemos en el cuidado y la honra de la patria inician
en el hogar y se extienden a la escuela, y tocan a toda la ciudadanía. La inculcación de valores ciudadanos es tarea
de todos nosotros; exigir el cumplimiento de la ley, también, para honrar a México
día a día, con cada fibra de nuestro ser.
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