domingo, 28 de septiembre de 2014

Dolorosa nostalgia anticipada por María del Carmen Maqueo Garza

Acabo de asistir esta mañana a la inauguración de los trabajos de la XLVII Reunión de Cronistas e Historiadores de Coahuila. El evento comenzó con  cierta demora, debido a una copiosa lluvia que influyó para que la escolta y la banda de guerra que acompañarían el saludo a la bandera, se retrasaran en su llegada.

Mientras daba principio la reunión, fue un gusto saludar amigos y conocidos que se hermanan en su misión de salvaguarda de la historia, esa urdimbre de ideales, individuos y hechos que nos proveen de una identidad única como nación.

Al inicio de la sesión se nos solicitó a todos los presentes ponernos de pie para rendir honores a la bandera. La escolta integrada por chicas preparatorianas adopta un carácter solemne al momento cuando se desplazan por el recinto con absoluta sobriedad, portando el lábaro patrio. Esa emoción que no dejo de sentir cada vez que saludo a mi bandera con la diestra sobre el corazón, me invade nuevamente hoy, y crece aún más al momento cuando se nos indica entonar el himno nacional que habla del orgullo patrio de padres y abuelos, que no dudaron en dar hasta la última gota de sangre, o el esfuerzo de toda una vida  por forjar el suelo que nos vio nacer.

Todas esas sensaciones que he albergado quizás desde el primer saludo a la bandera que puedo recordar, siendo muy pequeña, de la mano de mi padre,  cuando alcanzaba a percibir  la emoción que le invadía al ver pasar la enseña tricolor, momento cuando su mano tomaba con más fuerza la mía, como queriendo transmitirme ese sentimiento, hoy están impregnadas de  un asomo de dolorosa nostalgia anticipada. Los legisladores han votado a favor de que se elimine el saludo a la bandera en las instituciones educativas bajo el argumento de que el himno nacional es obsoleto, y que incita a la violencia por su carácter bélico.

En lo personal me resulta un eufemismo como tantos otros con que en mi país disfrazamos oscuras intenciones con piel de cordero. La razón será cualquier otra, pero no la esgrimida  hasta ahora; nuestros símbolos patrios no pueden ser fórmulas caducas cuando frente a ellos el pecho se hinche de emoción y los ojos brillan, y se agolpan muy dentro los recuerdos de nuestros mayores que nos enseñaron a amar y honrar a la  patria, y  hoy duermen el sueño de los justos, tranquilos de que sabremos defender el legado histórico que nos confiaron...

¡Ay, mi querido México, qué ingratos hijos te estamos resultando!


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