PARADOJAS DEL TERCER MILENIO
Para decirlo de la manera más clara, el Tercer Milenio nos
pescó a todos poco preparados, y de alguna manera estamos pagando la factura.
Pertenezco a una generación que ha vivido lo suficiente para
atestiguar los cambios que ha sufrido el planeta en los últimos cincuenta
años. De niña me maravillaban las caricaturas de
Hanna-Barbera que retrataban un mundo futurista en el que buena parte de las
actividades cotidianas se hallaban tecnificadas. Lo que parecía un paseo por un mundo
fantástico, hoy se viene cumpliendo en gran medida, de manera que podemos
colocar a los norteamericanos William Hanna y Joseph Barbera al lado de otros
futuristas reconocidos como Julio Verne o Isaac Asimov.
Pero así como la tecnología ha avanzado a grandes zancadas,
nos hemos quedado relegados en otros aspectos
fundamentales. Uno que salta a la vista con mucha frecuencia es el relativo al
lenguaje, ya no digamos los chats de las generaciones más jóvenes, sino grandes
erratas en textos de autores de importantes publicaciones digitales. Errores ortográficos que no deberían existir a partir de la
utilización de los métodos de autocorrección de los programas computacionales,
pero que paradójicamente parecen haberse incrementado.
Otro error –sintáctico-- que da cuenta del ritmo tan
acelerado que llevamos, es la utilización de palabras parecidas frente a las
que ponemos poco cuidado al seleccionar: Un caso son las homófonas “rayar” y
“rallar”, o “haya” y “halla”, en cuya confusión incurrimos en grandes
errores. Otro caso es el de “previsto” y
“provisto”, que con frecuencia confundimos, incluso vamos más allá para
utilizar “prever” por “proveer”, o más grave aún, utilizamos el barbarismo
“preveer”, que recuerdo haber escuchado en los discursos de un par de políticos. Asimismo recuerdo aquella diputada que, señalando las fallas de dicción
de un colega, se preció de que ella “no hablaba con faltas de Ortografía”. Conclusión: Hemos descuidado que la palabra sea
la mejor aliada del pensamiento.
La tecnología nos ha vuelto asistentes de primera fila a los
eventos de la vida. En lugar de auxiliar a un semejante en apuros nos
ocupamos en tomar video y subirlo a las redes; en vez de disfrutar un
espectáculo nos dedicamos a grabarlo; en
lugar de reconocer la condición humana que hay en todos, nos mofamos de quienes
han hecho el ridículo, cuyos videos se
suben a la red como “bloopers”.
Todo ello de alguna manera nos ha vuelto insensibles al
dolor humano; la situación penosa de alguno se convierte en mercancía que se ofrece
en el mercado virtual, y que se mide de acuerdo a su popularidad. Luego no nos extrañe que esa costumbre nos
vaya tornando indiferentes frente a lo
que sucede en nuestro entorno inmediato.
Con relación a los desafortunados eventos que vienen
ocurriendo en el estado de Guerrero, al igual que tantos otros que se han
presentado a lo largo y ancho del país en los últimos años, hay palabras que
simplemente han dejado de tener sentido.
Términos tan terribles, que cualquiera de ellos nos hubiera horrorizado
hace algunos lustros, hoy se vuelven parte de la jerga común: “Entambados”;
“disueltos”; “desmembrados”; “decapitados”, por citar algunos. Por desgracia se han vuelto tan comunes en su
uso, que ya no nos remiten a la imagen de lo que simbolizan, sino que pasan por
nuestra percepción como podrían pasar, digamos: “hipotenusa”; “rescoldo”; “marco”
o “periférico”, términos carentes de una connotación emocional que los distinga
del resto.
Ahora bien, poco o nada nos percatamos de la forma como
hemos quedado entrampados en el mercadeo de la tecnología. Se ha vuelto un imperativo en nuestra vida
poseer la última versión de tal o cual aparato tecnológico, a tal grado
inconsciente, que podremos dejar de lado cualquier otra necesidad frente a la
urgencia de convertirnos en felices poseedores del nuevo aparatito, como si no
hacerlo nos dejara fuera de la jugada.
La lista es infinita: ¿Qué justifica que una chica compre
para el día de su boda tres o cuatro modelos de vestido de novia? ¿Quién marcó
esta tendencia como obligada? ¿No sería más inteligente invertir el dinero de los vestidos extra en cubrir otros aspectos del propio matrimonio?
Si nos descuidamos la Globalización se volverá un mercenario movido únicamente por el dinero de los grandes capitales, para
despojar a la realidad de cualquier otro aspecto humano. Bajo el engaño de
creernos amos y señores pasaremos a ser lacayos y luego esclavos de nuestra
propia creación, lo que me recuerda a otro autor futurista que no debemos dejar
fuera: Aldous Huxley, autor de “Un Mundo Feliz”, quien con sobrada razón expresó:
“El progreso tecnológico nos ha provisto de maneras muy eficientes para ir
hacia atrás”. ¿O cómo la ven…?
Hola Hermana!, gracias por mantenernos siempre alertas de las cosas esenciales que dejamos pasar, algunas que pudieran parecer pequeñas como la ortografía y otras importantes como la empatía con nuestros semejantes!
ResponderBorrarLas palabras tienen el poder de comunicar, transformar, hermanar, pero también lo tienen para marcar, discriminar o destruir, por ello la importancia que debe tener su uso en la construcción social. Gracias por tu acertado comentario.
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