domingo, 10 de mayo de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

MUCHA MADRE
El valor de una palabra es inconmensurable, aunque son pocas las veces cuando reparamos en ello.  Hay palabras que han cambiado naciones enteras o que han marcado nuevos significados para viejos paradigmas.
Durante estos últimos días dos palabras muy poderosas han rondado mi mente aleteando como pájaros necios propuestos a ser atendidos, tal vez se debió  a que la transición de abril a mayo tiene un especial significado para mi familia, y de alguna manera la proximidad del 10 de mayo hizo también lo suyo en mi cabeza convirtiendo aquel vuelo de pájaros en una ronda interminable que  finalmente capturó mi atención.
Reconocimiento y sentido de pertenencia son las dos poderosas palabras que me acosan exigiendo ser tratadas en este pequeño espacio, en el que busco semana a semana comenzar a entender al mundo.  Son dos palabras parapetadas detrás de muchos hechos que nos han estremecido en los últimos tiempos, palabras que revientan en estruendos mayores como gritos, exigencias, sollozos, o rugidos de plomo que matan.
¡Cuánto bien hace un gesto de reconocimiento, y cuándo daño hace su ausencia!  Un niño pequeño que  trae del kínder ese dibujo informe de sus  torpes manitas que para él tiene un simbolismo especial, ¡cuánto goza con la atención empática de la madre! Obvio, ella es la única sobre el planeta Tierra que podría interpretarlo, pero tal vez sea tan primitivo el bosquejo que ni  aún ella lo logre, pero ese minuto o dos que destinó de manera exclusiva para el niño, habrán hecho  mucho por el futuro adulto.
Ahora recuerdo alguna frase con relación a los regalos cuando somos niños, que inclusive ha sido utilizada para algún comercial televisivo: A un niño no le importa tanto qué le regalen sus padres, sino cómo lo hagan sentir,  aspecto tantas veces soterrado, subestimado o acallado en un mundo altamente consumista, digo yo.
La lectura que damos a los hechos que afectan a nuestro México de hoy puede ser muy diversa.  Habrá quien hable de los indicadores macroeconómicos; habrá quien atribuya todos los males al partido en el poder, o al que lo precedió.  Habrá quien señale que ha sido el alejamiento de Dios lo que nos ha colocado en donde estamos actualmente… En mi personal punto de vista regresan esas dos palabras necias que rondan como aves: Reconocimiento y sentido de pertenencia.
Ese niño pequeño que no halla un lugar en la familia, que no se siente tomado en cuenta, y al que se hace a un lado frente a asuntos que los mayores consideran “que sí son importantes”… ese niño que vive solo sus grandes tragedias de la rodilla raspada, el miedo al perro de la cuadra, o  la angustia de que a sus padres los maten “los malos”… Ese niño que se come sus lágrimas solito cuando todos están muy ocupados, sobre todo a la hora de la telenovela… es un niño que va creciendo carente de reconocimiento y por ende de autoestima.  No desarrolla ese sentido de pertenencia en casa, puesto que no hay lazos solidarios con sus seres queridos.  No es que los restantes miembros no lo amen, claro que no, es simplemente que él no lo percibe así, porque nadie  destina cotidianamente un tiempo de calidad exclusivo para él.
Reconocimiento y sentido de pertenencia: Crecer con la autoestima hecha jirones no garantiza el desarrollo de un adulto positivo y emprendedor sino todo lo contrario.  Ese no sentir que se pertenece a un núcleo familiar que lo ama de manera incondicional y que lo respalda en cualquier circunstancia, lleva al joven a buscar núcleos alternos donde hallar un poco de solidaridad.   Los chiquillos que entran a bandas delincuenciales pagan cara su novatada pero lo hacen con gusto,  sintiendo que finalmente pertenecen a un grupo.
Necesitamos mucha madre en la familia para hacer sentir que existe el amor incondicional, el que   nos corresponde por el simple hecho de haber nacido.   Es indispensable que el pequeño se sienta seguro, con la certeza de que no va a pasarle nada malo.   En el corazón de la madre se anclan los más altos sueños del hijo, y en su fortaleza de mujer se impulsa el motor que ha de llevar a ese hijo a desplegar las velas de su  nave.
Necesitamos mucha madre en el hogar para aceptar a los hijos, cada cual con sus propias características, y amarlos a todos por igual.   En su infinita percepción comprenderlos; con su especial paciencia guiarlos, y con la dulzura de su corazón encaminarlos por el sendero de su  realización personal.
No queremos hijos incrustados en el nido familiar.  Desde el instante cuando nacen ellos tienen su tiempo y su espacio propios, y a la madre le toca verlos partir con alegría en su corazón.

Reconocimiento y sentido de pertenencia: Feliz día a  las sabias arquitectas de nuestro mayor patrimonio, nuestro tesoro más hermoso.

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