domingo, 28 de febrero de 2016

HOJAS SUELTAS por María del Carmen Maqueo Garza


LEALTAD

Celia Yadira murió el pasado mes de noviembre, antes de cumplir 40. Sin haberla visto jamás, ni haber escuchado su voz, sé que fue una buena mujer, amorosa y sensible. Desconozco cómo murió, en asuntos tales no se vale echar a volar la imaginación, por elemental respeto. Sé que murió porque así lo señala la cruz de madera natural clavada en la tierra, justo en donde se halla su tumba, la que luce adornada con flores artificiales de color rojo intenso, que a mí me sugieren un amor también intenso. Poco o nada la haría distinta de otras tumbas en el panteón Santo Cristo que en sus poco más de cincuenta años de existencia guarda buena parte de la historia regional entre lápidas, algunas austeras, otras de mármol, y unas más con la fotografía del difunto impresa; monumentos, cruces de madera o de hierro forjado, y flores, eso sí, muchas flores de colores llamativos, como para espantar cualquier mal recuerdo.

Lo que hace diferente a esta tumba, la de Celia Yadira que murió antes de cumplir 40, es un bulto inamovible, de un negro profundo, que parece fundirse con el césped que se ha ido perdiendo en ese solo pedazo, tal vez por falta de sol, se trata de una perra que si acaso levanta la mirada cuando nos acercamos a ella, pero nada más. Es una perra triste, eso lo sabe cualquiera que conozca un poco de emociones perrunas, mi imaginación me hace pensar que Celia Yadira, quien murió antes de cumplir 40 haya sido su ama, y que la quiso mucho, de modo que ahora la perrita la espera con toda la paciencia y toda la lealtad que sólo a un perro fiel le es dado tener. Claro, en mis adentros me  reprendo, ese pensamiento es producto de mi imaginación, así que espanto tales historias fantásticas mientras me preparo para dejar el camposanto a donde acudí acompañada de mi hija. Justo cuando estamos por hacerlo se aproxima uno de los trabajadores del panteón, probablemente intrigado por nuestras muestras de afecto a la perrita,  nos señala que, efectivamente, desde aquel día de noviembre cuando sepultaron a Celia Yadira, quien murió antes de cumplir 40, la perrita se echó sobre su tumba como la guardiana más triste, y solamente se mueve para comer algún alimento que los mismos trabajadores le ofrecen. 

Hoy la naturaleza me obsequió una nueva enseñanza, hoy sé que el amor que un ser humano es capaz de dar llega a ser tan intenso que traspase las barreras del tiempo y las fronteras de la muerte.

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